lunes, 4 de agosto de 2014

Oxígeno

Quise ver con sus ojos el mundo.

La ilusión que cada momento se expresaba con viveza en su cara, me hizo aun más enamorarme de ella.

Los castillos de arena se transformaban en construcciones ingenieramente imposibles cuando el agua del mar las deshacía como sueños del pasado. Ella los hacia resurgir como una arquitecta deslizando la escuadra y el cartabón.

Los caballos de cartón relinchaban con fuerza, los cascos sonaban como castañuelas en la lejanía. Le acariciaba lentamente la crin, le daba besos en la mancha marrón que tenia junto a la oreja. Se abrazaba a su cuello queriendo que ese momento nunca terminará.

Los cafés con leche y mucho azúcar eran sus favoritos, los bebía con la mejor cubertería, cuchara de plástico, vaso en forma de tronco con el cual disfrutamos de la velada del té.

Dormir con el bebé era un ritual cuyo comienzo era ser arropado, seguía con la orden de cerrar los ojos y roncar sonoramente.

Tomábamos helados de poliestireno que chupabamos sin conseguir sabor.

Los objetos esféricos sobre todo en los que salía una bella princesa que ahora tendría casi cien años eran nuestros favoritos. Jugábamos a chutarnos la pelota con recogidas y pases, soltábamos gritos que hacían enmudecer los sonidos mas histriónicos que emitían las princesas por cada golpe.

Siempre me hacía soltar una sonrisa cuando las pinzas de tender la ropa se convertían en una bonita flor con un perfume que solo el amor puede transformar en delicioso.

El tiempo como un enemigo ardiente pasaba rápido. Por eso juntaba en mi mente botellas de oxígeno. Para poder respirar en los momentos en que  la vida se tornaba sucia e injusta.