jueves, 19 de septiembre de 2013

El sonido del campanario

La melodía sonaba a lo lejos, los murmullos incesantes se entremezclaban con lloros de algún bebé. La carne asada se olía
en el
ambiente, sobretodo el sabor del chorizo se notaba en las papilas gustativas. El incesante trasiego de gente me recordo un hormiguero pisado por algún desaprensivo, éramos hormigas nerviosas que íbamos de aquí para allá. Mi niña estaba muy emocionada había esperado el día de matanza con muchas ganas. Sus ojos curiosos querían ver todos los puestos, quería probar la cecina, el jamón de guijuelo, el chorizo y el salchichón. Le recordé las matanzas que hacia su bisabuela, comiendo chichas de chorizo y friendolas en la leña, los olores a pimentón y ajo eran fuertes, las sensaciones en mi cabeza recientes y nítidas parecian de ayer, los madrugones y los sueños en esa casa vieja donde las mantas pesaban kilos y el frio se quitaba con un guatero a los pies. Sin quererlo, por el pasar de las hormigas se soltó de la mano. La seguí con la mirada pero la marabunda absurda no me dejaba seguir, la grite, la suplique que se quedara quieta, pedí ayuda pero no recibí respuesta. Empuje a la gente para encontrarme con ella, los segundos fueron minutos, los minutos fueron horas y las horas días. Pero por raro que pareciera ella ya no estaba allí. La busque durante horas pero se había esfumado, la policía estaba cerca, dijeron que no me preocupara que estaría llorando y alguien la traería. Cogí un megáfono y no ocurrió nada, solo paso un lustro en mi corazón. Del susto monumental pase a un ataque brutal de ira, podría estar sola o con alguien, podrían hacerla daño, todo por mi maldita culpa, si le hubiera apretado más fuerte la mano no estaría ocurriendo esto. No lo pensé dos veces cogí un cuchillo con el cual podría haber sacado el corazón a un jabalí....abrí los ojos, en el reloj apuntaban las dos de la noche, se escuchaban las campanadas de la iglesia, a dios gracias era un simple sueño. Me levante de un salto fui a su dormitorio, dormía plácidamente y lo que había sido una amarga pesadilla se había convertido en una advertencia de protección. Tengo que confesar que no hubiera dudado ni un segundo en trinchar como un pavo al que hubiera intentado hacerle daño a mi amor. 

Dedicado a todos los padres que sufren. En especial a mi mujer y a mi hija. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Te amo.


Me levante de un salto, la noche lo había oscurecido todo. De pie buscaba su cuerpo, ese cuerpo que había besado muchas veces. Escuche su voz, fue curioso pero se había ido. Los árboles no me dejaban ver la luna con claridad el viento movía sus hojas era un masaje para el tiempo y la mente. Esperaba escuchar su voz por la espalda, era raro, la echaba de menos. Recordé su pelo rizado hasta la cintura, sus ojos de tonalidades verdes me parecían hermosos, su cuerpo montañoso me resultaba sensualmente arrebatador. Aquella noche la espere. La espere viendo su sonrisa, su boca era perfecta, sus labios hilaban palabras que sonaban a Bossanova. Su cuerpo se contoneaba con el sonido de la suave brisa, los momentos en que mi lucidez se esfumaba soñaba con su desnudez. Su alma se presentó muchas veces, tantas veces más la rechace, tantas veces más la ame. Pero aquella noche en la que íbamos a escapar, íbamos a dejar atrás lo místico y llevar adelante lo humano. El amanecer reflejo lo que el sueño de la noche había confirmado, mi amor, mi bella no estaba a mi lado. La hermosura suave de sus labios serian a partir de ahora un recuerdo. Me levante un poco mareado, el primer rezo de la mañana acababa de empezar, cuando fui llegando a mi casa las mujeres lloraban. Todo por el maldito nombre de dios. Sin más palabras, sin más minutos, sin más tiempo, empece a llorar. Recordé su sonrisa, su pelo, sus caderas, sus manos, lo bien que me hacía sentir, lo mucho que la amaba. El hombre como tal había perdido, la bestia del ser humano había ganado.