domingo, 12 de octubre de 2014

Cuento: El cocodrilo y el ñu.


El rey.



Hace mucho, mucho tiempo mi abuelo me contó una historia, y a su vez esa historia se la contó su abuelo. 

En una región de la sabana a cientos o miles de kilómetros de aquí había un cocodrilo muy grande, sus fauces podían albergar más de cien gacelas. Su piel era rugosa como la de un tronco viejo, sus ojos llameaban fuego como si tuviera un horno en ellos. Sus patas eran tan grandes como las de un elefante, y sus dientes tan afilados como las navajas. La cola era tan larga que no podía darse la vuelta cuando quería dormir. Era él rey, el más fuerte de todos los cocodrilos. 

Una gran sequía acechó la sabana, los días se fueron haciendo cada vez más difíciles. Todas las mañanas tenía una audiencia con los más distinguidos cocodrilos, desesperadamente le pedían una solución. Querían más comida, el poco agua que tenían estaba mezclada con lodo. Las espaldas de los cocodrilos estaban muy quemadas por el sol. Todos los días, las madres lloraban por racionar la comida. Pero él no sabia que hacer, todo lo había conseguido con su fuerza y destreza en la batalla. La situación era difícil, el problema era el miedo irracional a quedarse sin ningún alimento. La llanura empezó a ponerse cada vez más violenta. Las peleas y el pillaje se hicieron cada vez más habituales. Los grandes sabios no habían visto nada igual, sus ojos ciegos no sabían que hacer.

Una tarde cuando el gran cocodrilo meditaba como ayudar a sus congéneres, un ñu se le quedo mirando. 
El cocodrilo molesto le espetó con una gran voz:
—¿Porqué osas molestarme?. No te das cuenta que tengo asuntos muy importantes entre manos. Todo mi pueblo esta pendiente de la decisión que tome. Vete o te comeré.—el ñu se quedo mirándole con cara inocente y sonriente, no le imponía nada que fuera él emperador.
— Que te pasa gran cocodrilo, ¿cual es tu problema? Cualquier problema tiene solución.
— Esto no tiene solución, yo no tengo una mente privilegiada, mi inteligencia no esta preparada para otra cosa que la lucha.
Ñu le miro sonriente con todo el amor con el que se podría mirar a un hijo.
— Cuando te das cuenta de que las circunstancias te superan y sientes en tus carnes las limitaciones de tu mente, ese es el momento en que puedes sobrepasarlas. Tú eres tu verdadero enemigo, mantén la mente abierta y pronto encontraras el sendero. —El cocodrilo miró sorprendido.—
—¿Que me estas diciendo? No llego a entenderte.
— Tranquilo, yo te lo explicaré, todos necesitamos un faro, en este caso seré yo el que te guíe, por eso te voy a contar esta vieja historia:

Hace tiempo en una bella meseta había un reino muy próspero, en ese reino había dos bellas princesas, una princesa era maleducada, prepotente, soberbia y pensaba que lo sabia todo. Trataba a sus damas de cama con muchísimo desdén, humillaba siempre que podía, no con palabras malsonantes sino con comparaciones vejatorias e incluso les echaba la culpa de los  errores que ella cometía. Un día un circo de pulgas llego a la ciudad, la dueña era una vieja sonriente con una gran verruga en la nariz. Presentó el espectáculo, las pulgas montaron en bicicleta, llevaban grandes pesos de un sitio a otro, paseaban por la cuerda floja eran grandes marabalistas. La princesa pasaba por allí, vio un gran tumulto de gente y dijo a su cochero que parara. Era un imponente carro tirado por seis hermosos sementales, sus cabellos dorados y sus grandes ojos azules la hacían parecer un ángel, el vestido lleno de brillantes chocaba con los trapos de los aldeanos. La princesa presionó para que cogieran más peso, para que montaran mas pulgas en la bicicleta, hasta tal punto llego la presión que rompió una patita de la pulga Simón. En un arrebató de furia por no ver cumplida su plegaria, salió llorando y con ello el vestido se engancho en la mesa. El circo se vino abajo y muchas pulgas se fueron tranquilamente por un desagüe próximo. La dueña que sabía de la conducta de la princesa se transformó en un hada bella y joven, le desposeyó de su reino. La hermana menor asumió el testigo de la princesa y todos fueron muy felices. El maleficio siguió, por que no fue capaz de ser humilde y no volvió nunca jamás a ser una princesa. 


—Que tiene que ver conmigo esta historia.
—La dificultad de reinar y ser un buen rey. Para ser un gran monarca necesitas tres cosas.
—¿Cuáles son?— respondió castañeteando los dientes.
— La primera es humildad, cualquier animal es igual que tu. La segunda es autocontrol nadie debe verte enfurecido o alterado, tus enemigos verían tus puntos débiles. Y tercero, ten fe y ganas de trabajar. Fe en el tiempo, en el trabajo y una actitud positiva que te darán la posibilidad de ser sabio.

El rey se quedo pensativo, nunca se había preocupado de nada, para eso estaba el consejo. No se interesó en mejorar su reino, habían pasado de una época miserable a una más buena. El solo había aprovechado la coyuntura.
El cocodrilo al fin dijo.
-¿Que puedo hacer? Si no llueve toda medida es poca.
- Parece que no me has escuchado, ten fe y ganas de trabajar y serás respondido. No sabes la historia de la rana y la ardilla, ellos excavaron el suelo consiguieron que brotara el agua.
Quieres que te la cuente.
-No.  - respondió el cocodrilo.—Gracias Ñu tengo que salvar mi reino.
- Adiós, lo dejaremos para otro día. 
El ñu lo vio partir, alegre de que alguien hiciera caso de un pobre viejo loco que había sido expulsado de la manada.

Sorprendentemente cuando empezaron a excavar, comenzó a llover. Llovió por días. Se celebraron las fiestas mas grandes que se recuerdan en toda la historia de la Sabana. El rey cocodrilo tomó medidas para que no volviera a pasar nada igual. 

Y fueron felices y comieron perdices. 


Moraleja: Nunca te subestimes. La sabiduría del ser humano pasa a través de las historias.