domingo, 14 de febrero de 2016

Ni tú ni nadie entendía mis palabras.






Ni tú ni nadie entendía mis palabras, palabras escondidas en sitios guardados. Nadie entendía el significado abstracto de la lluvia golpeando la ventana, pero si sentías que era maravillosamente relajante cuando estabas debajo de la manta, leyendo un libro. Quería expulsar con punzante dolor lo que yo sentía. Los puntos inconexos se juntaban solos, palabra por palabra, sin querer, hacían frases con significados inasequibles para los que no tenían los ojos del alma bien abiertos, para sentir, amar y pensar. Nadie entendía por que lo hacia, las voces que recordaban mis miserias no paraban de gritar en mi mente. Muchas veces simplemente cogía la pluma y ese grito se hacia palabra. Las palabras se comunicaban como una columna de hormigas, haciendo a ese ser un cerebro colectivo, el cual formaba una idea, una fantasía, un sentimiento o simplemente revivía un simple recuerdo. Los seres que sin querer me visitaban solo eran las frustraciones y miedos que el alma humana sentía, se hacían pasar como parte de mi, pero sólo eran voluntades pasadas que hacían sentir dolor, un dolor totalmente arcaico porque ya no podía cambiarlo. La mente se quedaba en blanco, la pluma distraída cursaba sin querer en el papel signos legibles, que me llevaban al máximo gozo, simplemente con pasar la punta de iridio en el papel, ese ligero rasgado milagroso hacia desbordar la tinta, era realmente sublime ver esa mágica transformación.

Ni tú ni nadie entendía mis palabras, eran frases barrocas, palabras floridas que hacían sin querer sonidos. Sonidos bonitos, sonidos cargados de musicalidad. Versos que se entrelazaban en arboles, arboles que se entrelazaban con sonidos, sonidos que se entrelazaban con paisajes. Sacudidas inconscientes de arte, que podría significar todo y muchas veces nada. 

Ni tú ni nadie entendía mis palabras, “como quieres entenderme si yo mismo no me entiendo”. Un grito ahogado que me evoca a escribir, a verter todos mis sentimientos en frases, muchas veces sin sentido para ti. Inusualmente me escribías cartas de amor, yo respondía a todas, mis constantes preguntas eran respuestas a mis miedos. Te fijaste muchas veces que hablaba de mi, que hablaba de ti. De las veces que quería ser como tu, pero realmente no era yo el que salía en esas historias. 

Ni tú ni nadie entendía mis palabras, no quería que las entendieras, simplemente quería hacerte sentir. 
Si sentías todo, mi trabajo esta hecho. 
Si sentías odio era justamente lo que quería.
Si sentías amor era justamente lo que quería. 
Si sentías asco era justamente lo que quería.
Si sentías deseo era justamente lo que quería. 
Si sentías alegría era justamente lo que quería. 
Si sentías indiferencia era justamente lo que quería. 
Si no sentías nada era porque no estabas preparado para sentir.


La poesía no quiere adeptos, quiere amantes. Federico Garcia Lorca.