jueves, 3 de diciembre de 2020

Micro relatos a Madrid.



Primavera.


¿Qué tenéis en la boca? Todo es absurdo, os intento oler aunque a la distancia es difícil. En el raro momento en que me acarician la cabeza, un trapo no me deja ver sus caras. Paseo por el retiro, los árboles son lapiceros con flecos, todos están llenos de vida. Alguna ardilla corretea y se deja ver asustadiza, los gorriones envalentonados por unos gusanitos pelean entre ellos. Con la cola doy latigazos a los que tengo al lado. No los reconozco a primera vista, me siento insegura, no se si me sonríen o me temen. Ladro sin parar,  tengo miedo de todos esos zombis, antes la vida era mucho más fácil, todo el mundo tenía la cara descubierta. Podía ver las sonrisas cuando me miraban, cuando lamía sus manos con verdadera locura, eso ahora ya no se puede hacer, mi compañero me lo tiene prohibido, me dice: --¡No, ahora no se puede! Estoy cansada, no puedo hacer pis tranquila al lado de un árbol. No me dejan jugar con otros perros. Han sido dos meses en que los paseos se redujeron al mínimo, recordé con nostalgia los escaños de Alcalá, nos parábamos sin prisa con esa tranquilidad del que nada espera. Yo con la correa de cuero al cuello, de vez en cuando él recitaba entre dientes poemas de Madrid, ahora tristes, otras muchas veces más; alegres. Los gatos eran posibles portadores, por esa simple regla de tres también nos hicieron responsables a nosotros. ¡Estoy triste! Ya no puedo jugar con nadie. Mi socio tiene casi setenta años, ya pinta canas y tengo que cuidarlo.


Verano.


Mis crias ya están volando, con el aplomo del calor hace algunas semanas que canto menos. Desde el árbol donde estamos, veo pasar a la gente que entra según dicen al Museo del Prado. Hace un tiempo mi primo se metió por la puerta, se dio un garbeó en alguna sala, los vigilantes de sala lo perseguían con escobas, desde ese día no es el mismo. Yo lo máximo que había hecho es pellizcar a mis polluelos para que salieran del nido, pero según nos contó, vio hombres comiendo a otros hombres, no podía creer esas barbaridades. Mucho tiempo después, al poner sobre aviso a las mayores cotillas aéreas. Cuando bebía agua en La Cibeles, el palomo con mayor buche que había visto me contó. Según él, copiaban o imaginaban sobre un lienzo, esas conductas nos parecían inimaginables, nosotros éramos seres prácticos. La pintura se llamaba ¨Saturno devorando a su hijó¨






Otoño.


El ingeniero jefe ya esta abriendo las galerías para el invierno,  este año se dio bastante mal, las pipas que dejan caer los gigantes han sido bastante menores. Las bajas han sido menos cuantiosas, muchos morían por aplastamiento, miles de hormigas descomunales ya no vagabundeaban por la ciudad, echábamos de menos los retumbes en el primer sótano. Nuestra amada reina nos había planteado con desmesurada viveza que debíamos trabajar con más ahínco, seguramente nos íbamos a quedar justos para la primavera. Las cucarachas lo habían notado, eran nuestra principal fuente de proteínas. Estábamos orgullosos, nuestra más valiente alpinista había sido capaz de lograr la más difícil de nuestras metas. Las moscas siempre estaban riéndose de nosotras, siempre presumían que sus lindas patas habían subido a la copa del madroño.  Nuestro antiguo récord estaba justamente en la nariz, había estado a punto de conseguirlo, pero pereció en el intento. Muerte por asfixia, una mascarilla de un desaprensivo que la había puesto para hacerse el gracioso la había quitado la vida. Éramos un pueblo orgulloso, los reyes declararon ese día como fiesta nacional, nunca olvidaríamos esa extraordinaria hazaña, subir al madroño a través del oso, no quedaría en el olvido. No será el pico más alto pero si el más emblemático.


Invierno.


Todo el cielo esta iluminado de estrellas amarillas y rojas. El señor que nos alimenta se esta retrasando, dicen mis amigos domésticos que esta con no se que cosa y no puede respirar bien. Mis hermanos gatunos y yo lo esperábamos famélicos. Me relamo los bigotes solo de pensar en los ricos sabores, intensos, excelentes perfumes de las más sublimes delicatessen que solo un “gato” gato podía comer. Todos los días antes de las ocho de la noche, pasea estirado por “Sobrino de Botín”con bastón en mano, con parpusa en cabeza y andares patizambos, hace días que nos oculta el rostro, nos trae en un plato de papel los más exquisitos manjares. Hace muchos días que lo esperamos, cambiamos tristes nuestras costumbres y vagabundeamos por plaza España. En las noches gélidas nos aproximamos a Gran Vía, en el instante justo donde las grandes estrellas se apagan y dejan verse por el este las brillantes luces de un nuevo día. En ese impase donde la ciudad que nunca duerme se activa, nosotros intentamos rapiñar algo en los cubos de basura.  Esta ciudad es mágica, el que la conoce queda atrapada en ella.

sábado, 31 de octubre de 2020

Carta de amor de un orco a una elfa.





Melkor estaría orgulloso de sí mismo, de dotar de sentimientos a una criatura diabólica, fea, deforme, concentrando toda la maldad en su rostro. Las segundas oportunidades nunca fueron baladí, el azar no estaba entre los dones que otorgaban los dioses, revelarse no como una copia de otros, sino como otro alma en resurrección, era un acto loable que ni muchos elfos hubieran sido capaces de lograr. Envalentonado por el amor, vino a verme, lo vi en la lejanía, con una rapidez inusitada mi espada hizo su trabajo. Su cara distinguía una sonrisa, no se si sería felicidad por atreverse a salir de su sucio escondrijo. Apretada entre sus manos, próximas a su corazón, estaba aplastado un papel grueso con símbolos, con una caligrafía sucia llena de signos incoherentes. Me quedé perpleja, mire con una renaciente curiosidad. ¡Podría ser verdad! Era increíble, nunca pensé que esta clase de bestias tuviera un alfabeto.  La curiosidad me pudo y pasé largos siglos preguntando, los viejos elfos conocían el lenguaje, pero muy pocos lo entendían. Tuve que andar, salir de la tranquilidad de Rivendel, tenia que encontrar a un elfo llamado “Bartar”, había sido capturado por los Orcos, fue apresado por largos decenios, había sobrevivido milagrosamente, decían que había aprendido la lengua negra y me la podría traducir. La cara de sorpresa de “Bartar” fue mayúscula, su cara elfica se había vuelto ruda, aunque en esa rudeza había una belleza distinta que me llenó de gozo, llevar varios siglos viviendo con enanos le había trasformado. Descubrió sorprendido que los orcos podían hacer algo más que realizar daño. Empatizaba con este ser diabólico, me atraía, me dolía que le hubiera tocado pagar con la moneda más alta, le debía por lo menos averiguar que decía ese papel. Nunca imaginé su contenido. Yo, “Mirime” tengo que agradecerle todo a este ser infernal, por amor murió y amor me trajo. 


Traducción de la Carta de amor de un orco a una elfa


"Minas Tirith


Se que soy una bestia, que mi corazón es más negro que el dragón Ancalagon creado por nuestro señor Morgoth. Que mis dientes son puntiagudas sierras cortantes que desgarran y cortan todo lo que puedo comer. El hambre se adueñó de mi, rocé la locura, comer a mis propios hermanos hubiera sido la peor de las bajezas, solo los más viles de entre nosotros lo hace, por ti mi dieta son sólo insectos, refugiado en una oscura cueva, repudiado por todos, eres mi única esperanza. Aunque te parezca paradójico eres mi única e indiscutible razón de existir, si tu me lo dijeras, solo con un susurro de tu voz, yo daría mi vida por tí, mi sangre negra se estremece cuando sales por el bosque a cantar y hablar con los árboles. Con tu canto das vida, alegría y esperanza en la desazón, a todos los seres del bosque. Cuando tengo frío recuerdo tu canto y rápidamente viene a mí el calor. Lo que más me gusta de ti son tus palabras cantarinas, se las das a quien las necesita y consuelan a quien las busca. Nosotros estamos limitados, lo que dicta mi corazón no puede ser expresado, la lengua negra es arcaica, me cuesta mucho expresar lo que siento. Nuestro señor Bauglir no le dio importancia a las vicisitudes de un orco enamorado. Amas a todos los animales o plantas, en definitiva a todo, por eso me siento algo amado por ti. Que dulce ironía, que estes tan cerca de mi y a la vez estes tan lejos.


El otro dia te pusiste una flor en el cabello, se vislumbró, tu oreja puntiaguda, la carne sobresalía deliciosa. ¡Qué sorprendente similitud! Somos iguales e diferentes, tu eres hermosa, ágil, valiente, inteligente y bella, en definitiva única.  


Nunca te lo he contado, pero soy un proscrito, por un viejo camino te vi, sonreías a un honorable caballero, creo que un rey de los hombres. Yo tenía la misión de no ser visto, de observar como un buen cuervo. Abandoné todo sentido, de ser el más vivaracho de mis hermanos, me apoqué y me volví el más retraído. Solo pensaba en ti, en tus hermosos y carnosos labios, tus enormes ojos verdes eran el reflejo del lago Kheled-zâram en los hermosos y cortos atardeceres. Tu pelo largo estaba trenzado, engarzado con una sencilla cuerda. Dejé a mi regimiento, en una de las paradas en la cual protegíamos a unos cortadores de leña, me fui, sabía que ya no volvería, por que la deserción se pagaba con la muerte. No había otra manera, nadie había sido perdonado, las acciones en el mundo de los orcos siempre tienen una reacción. Apesadumbrado estaba, nunca había escuchado que ninguno de mi especie se hubiera enamorado de una elfa. Te esperé, rogando que volvieras a ver al señor de Reyes, mi paciencia fue recompensada, aquella tarde te volví a ver, vi un destello en tus ojos, me miraste directamente, fue solo un segundo. Pensé atontado que te estarías preguntando porque estaba totalmente tapado, solo mis ojos se mostraban, este disfraz me hacía pasar por humano. La calidez de tus ojos me llenó de valentía, en ese preciso momento podría haber desafiado a Gandalf o luchado por tí ante el mismísimo Hranduil rey de los elfos. Te seguí, fui tu sombra por muchas lunas, a veces tenía la impresión de que mirabas para atrás, decían que los elfos no podían ser perseguidos, que un sexto sentido los prevenía. Me descubrieron unos hombres y envalentonado por ti, no fueron rival para mi, se que no lo debería haber hecho, si te enteraras no te gustaría, pero mi naturaleza es una y no puede ser cambiada. Siempre iba a un día de ti, preguntaba a las bestias, nuestros silenciosos espías, arriesgando mi propia cabellera, cualquier pregunta incómoda podría delatarme. Cuando entramos en Rivendel, el mismo bosque pareció erizarse contra mí, lo notaba incómodo. Me imagino que era la sorprendente manera de recibir a un Uruk-hai, sabían que tenían un nuevo visitante.



Te vi bailando, el bosque de cicutas entonaba con tu pelo, tu piel contrastaba con los bellos colores de las flores, cogiste con tus manos de porcelana una flor, con tu canto segregaron un perfume que llegaba hasta donde yo estaba. Desde mi refugio te veía, la cueva más oscura, húmeda y lejana de ti. Quise gritarte, decirte algo, expresar todo el amor que llevaba dentro, pero solo hubieras escuchado un ruido nauseabundo. Me di cuenta que eso nunca ocurriría, que siempre me verías con repulsión, aunque mi alma te veía como un ángel, no podía cambiar el hecho principal, somos enemigos, antónimos creados por Belegurth, para burlarse de vuestra belleza. Era el momento de ser valiente."





P.D. Me sentí culpable, el más venerable de los orcos, por nada dio todo, su amor será bendecido por los “Valar”. Mis hijos Eruwaedhiel y Yahehtedainen al conocer su historia pensaron que debía ser contada, para que tal historia de amor nunca fuera olvidada.


Valar: Dioses del señor de los anillos.

Lengua Negra: Idioma de los orcos.

Uruk-hai: Razas de orcos.

Kheled-zāram: Hermoso lago.

Rivendel: Es la casa de Elrond, el medio elfo(union entre elfo y humano), habitada por Elfos al oeste del El bosque negro.

Melkor, Bauglir, Belegurth o Morgoth: Primer señor oscuro.

Ancalagon: Dragón negro.

Badar:Jesus en nombre elfico.

Mirime: Charlene en nombre elfico.

Eruwaedhiel: Isabella en nombre elfico.

Yahehtedainen: Alejandro en elfico.

jueves, 25 de junio de 2020

El apátrida.



Cuantas veces fantaseo con hacer desaparecer al invasor, cuantas veces la bilis le llegó de su intestino a la boca, cuantas veces se arrepintió de quedarse sentado mientras sus manos temblaban de rabia.  Aquel agosto el sol estaba en el horizonte, rozó con sus suaves dedos la metálica estructura, empuñó y tocó el gatillo. La llama de nueve milímetros retrocedió y sintió el golpeteo en sus manos, esa brusquedad hizo encender la maquiavélica idea que le hacía partícipe del daño. Esa convulsión le golpeó el corazón. El cartón con forma corporal al que apuntaba se llenó de agujeros en su pecho virtual. Sin querer, el juego se había traducido en una transformación.


El himno era su palabra, sus palabras eran su credo y su credo era su religión. Ya no había gente como él, era un idealista, un despojo del pasado, un paria del sistema, un ermitaño de sus ideas.  El todavía creía. Se crío construyendo barcos de papel, viendo coches voladores, en sus cuentos todavía había lindos caballeros que resolvían sus disputas con capa y espada. Donde ellos mismos eran el juez, solo a veces sentían misericordia y siempre tenían el derecho moral de batirse el cobre. El honor era la más alta de las virtudes, sencillamente había crecido leyendo. 


Tardo mucho tiempo en darse cuenta, de que afuera había un mundo apoltronado y caducó, rancio, mentiroso en cuyo mundo la gente débil era machacada hasta la desintegración de su ser. El esfuerzo y el sacrificio personal había sido dado por muerto, había dado lugar a un egoísmo nostálgico y primitivo que vivía entre nosotros. Su palabra era su estandarte. Creía en el principio idílico de que la vida valía ser arriesgada por conservar la dignidad, antes morir que perder el honor. Habría matado con certeras cuchilladas a quien hubiera ultrajado sus principios. Arrojaba bilis cuando alguien ennegrecía con palabras de duda su amada democracia. Era fiero, insensible y orgulloso. No le importaba nadie, solo su palabra y el fin en si mismo. Era un derivado místico, un Hércules, un semidiós, un sabio, un prodigio, una linterna en una oscuridad total. No conocía hombre sano que estuviera a su altura, se sentía orgulloso de su destino, a la vez era empático y dicharachero, era un coctel perfecto, sus palabras solo salían sangrantes de su boca. Solo el inteligente y el valiente podrían hacer cambiar a un corazón de fuego, que llevaba tatuajes de duras quemaduras sobre su piel, había intentado quemar más de una vez su ser.


Estaba harto de lecciones, él seguía su propio código moral, no necesitaba cariño ni enseñanzas, no era sabio ni arrogante, el dinero era secundario y su trabajo diario era primario. No tuvo metas por muchos años, solo quiso sobrevivir. Cuando hablaba con odio no se daba cuenta de que sus puños cerrados eran fantasmas que rondaban por su cabeza. Cuando su voz se alteraba se transformaba en un huracán y las palabras arrastraban un ardor que apestaban todo su ser, se transformaba en una bestia, la tenía enjaulada pero cada cierto tiempo asomaba para recordarle que aunque sus enseñanzas le habían cambiado nunca le transformarían. Muchos años se sintió como un intruso en su propio cuerpo, cuando su corazón se sentía mal se ponía a reír, la mayoría de las veces para sentir que era capaz de mostrarse humano, nunca sabría lo que sentiría cuando sus manos no fueran capaces de hacer nada. Era un lacayo de su patria, los huevos estaban innatos en su trabajo.



Se puso de firmes, su mano se colocó a una cuarta de su frente, los botones de su chaqueta centelleaban, la boina del regimiento de infantería ligera brillaba con los rayos del sol. El emblema del ejército de tierra esta compuesto de la cruz-espada de Santiago, en la punta del escudo una corona, símbolo de la unidad de España. La música explosionó en su cabeza, el himno hizo vibrar su corazón como si una lanza le hubiera atravesado. Su patria era su bandera, los colores se distinguían en la más larga lejanía, el veintiocho de mayo de mil setecientos ochenta y cinco fue erigida en el pabellón de la marina mercante, y el trece de octubre de mil ochocientos cuarenta y tres fue elegida como nuestra bandera. La bandera es la conjunción de nuestro sentimiento, los griegos nos llamaban íberos, los romanos nos bautizaron como Hispania, desde ese mismo momento nos convertimos en España.


Había redescubierto el término. Vilmente había sido vilipendiado, utilizado por los que realmente no querían engrandecer ese justa palabra. Los locos garabatos se envolvían con tiernas sensaciones, en el pasado nos toco defender estandartes que nos hacían creer, aunque nos utilizaban para intereses serviles.


Ese día comprendió que su amor idílico estaba empañado de insólitas lagunas, que el amor que sentía seguía siendo amor, pero se transformó en oleadas de sensaciones, no en defensas partidistas. A pesar de la metamorfosis todavía amaba su tierra, sus olores, sus montañas, sus ríos llenos de vida. Los campos de Castilla que habían sido descritos por Antonio Machado mucho tiempo atrás. Recordaba versos de Lorca que describían a sus gentes. Su viaje a la Alcarria le hizo descubrir nuevos caminos, que le dejaron nuevos mundos. Sus costas frías bañadas por el océano Atlántico y sus aguas calientes por su hermoso Mediterráneo. Sus islas son el edén, su variedad, su gastronomía, en especial todos los ángeles que están en su territorio, estaban bendecidos todos por su gracia, en un terreno tan pequeño se encuentran miles de universos.  Amaba sus lenguas, su arquitectura y hasta el ultimo grano de tierra. Indudablemente hubiera muerto por ella.


Él ya no era el joven intrépido que hubiera matado por atentar contra su palabra, ahora en su sonrisa se podían ver arrugas, era realmente libre, no tenia imposiciones de nadie, seguía siendo fiel a su credo, muy pocos podían decir eso, no se dejaba guiar por enseñas, enseres o credenciales. Las palabras solo eran eso, palabras. La verdad oculta se declaraba verdad. Si, amaba su patria, pero ya no de esa forma romántica, idílica o soñadora. No necesitaba que nadie le llevara de la mano como a  un niño descarriado, vulnerable y solitario.  Solo él tomaba las decisiones, solo él, en su ágora personal discutía con sus otros yos las realidades que le acontecían.


“Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya.” Seneca 

martes, 14 de abril de 2020

El Principito.


Aquella noche hacía mucho calor. Por eso me decidí a coger la escalera que tenía en el trastero y subir a la cubierta de mi edificio. Las estrellas se veían como pequeñas luces, aquella luna alumbraba de tal manera la noche que parecía que era casi de día. Me senté en la postura de loto y me dispuse a meditar por un tiempo, el entorno era propicio para poder conectar con los elementos. Cuanto más buscaba en mi interior más encontraba, cuanto más aislado me hallaba más acompañado estaba.

-¡Hola! - Me dijo una voz infantil, sentí miedo porque había cerrado la puerta con llave.
-¿Quién está ahí? Dije con tono asustado.
-Soy yo.
-No reconozco tu voz, estás en la sombra y no puedo verte.- Dije con voz temblorosa.
-Soy el Principito. He venido porque te sientes solo, aunque tu piensas que es mentira. -Su voz era aterciopelada, pero con una consistencia dura.
-¿Porqué dices eso? ¡Eso no es verdad! Me encuentro perfectamente.
-Eres tú, el que todas las noches antes de dormir, visualizas a la gente que quieres, pintas con tu mente una forma de corazón y les deseas con todo tu alma que estén bien.
-Si, ese soy yo, pero, como sabes eso.
-Simplemente lo se.
El Principito se acercó a mí, sus cabellos eran rubios, su cara era sonriente, sus pómulos estaban más coloreados que la mermelada de fresa, sus ojos eran verdes. La nariz era pequeña, casi diminuta, sus labios eran rosados como si el mejor vino se hubiera impregnado con ellos. Estaba vestido con un traje de príncipe, era de color verde, hacía juego con sus hermosos ojos.
-¿Porqué has venido a verme?
-El Principito me miró con los ojos super expresivos. "Y los hombres no tienen imaginación, repiten lo que uno les dice"      Has utilizado la más ancestral de nuestras capacidades, eso es sin duda el amor, pones tu pensamiento al servicio de los demás sin avaricia, sin esperar nada a cambio, solo repitiendo un mantra de protección a tus seres queridos. Sin saberlo su alma se endurece, se llena de bellos anhelos, el miedo se volatiliza y ese registro de amor les envuelve. “No se ve bien sino es con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” 


Me quedé sin palabras, mi cerebro corría vertiginosamente, como cuando enciendes una mecha, todo se acelera y ya no hay marcha atrás, no podía reaccionar. Se me quedó mirando con toda la tranquilidad del mundo, sabía que sus palabras se habían convertido en un tsunami de sensaciones, me embarcaba en un viaje íntimo, donde mi corazón viajaba con el rumbo claro. ¡Estaba totalmente entusiasmado! Empezó hablarme, esta vez más como un susurro que como una bella melodía, dios le daba los compases, mientras él hablaba todo el mundo le escuchaba.-!Si quieres! ¿Podemos ser amigos?.
-Si. -Dije en un susurro.
-¿Cuéntame por favor?¡Porqué lo haces!- Con una de las voces más bellas que jamás había escuchado. Carraspee, me levanté y esta vez le miré a los ojos. Quise preguntarle el por que de su pregunta, él sabía mi secreto más íntimo, seguro que el también sabía lo que realmente pasaba por mi mente. Estas aclaraciones vienen con el recuerdo, el recuerdo nítido de lo que queda tallado en la piedra y queda por siempre. Pero en aquel momento quería que yo, desde mis labios le dijera lo que realmente él sabía.
-Todo empezó sin motivo aparente, una noche, los problemas no me dejaban dormir, vislumbre el dolor de una persona querida. Sentado en el alféizar de la ventana, era invisible, yo mismo podía sentir mi invisibilidad. No sentía frío, llovía, las gotas de agua impactaron en mi calva, era consciente e inconsciente, sin querer me resbalé y sentí miedo, caía como un peso muerto. Quería volar, ser libre como un pájaro, que mi cuerpo fuera liviano, quería mantenerme en el aire, solo con mi mente. Al descubrir que podía hacerlo, fui tan rápido como la luz, llegué a mi primer destino, ellos ya estaban dormidos y no quise despertarlos, vi que se encontraban bien. Encendí mi victoriano swisscard lite, una linterna que siempre tengo en mi mochila. Mi brazo era tan rápido que no podía ver la luz de la linterna, bajé mi velocidad, algo menos de la velocidad del sonido, para evitar el ruido brutal que eso provocaba y no despertarlos. Pude ver con toda satisfacción que la luz de la linterna producía una figura deslizante semejante a un corazón. 
Todos los días se hizo rutina para mí, hacía un viaje nocturno que me reconfortaba de vida, algo secreto que me reservaba, siempre me ponía en el alféizar e iniciaba un viaje. Unas veces visitaba Salamanca, Arroyomolinos, Humanes, Pinto, Navalmanzano, Fuenlabrada, Madrid, Leon, Alemania, Albacete, Brasil, otras veces iba al cielo y allí abrazaba al que se fue. No tenía nada planeado, si sentía que alguien estaba triste o pasaba algo, antes de dormir inconscientemente iba y le dejaba un corazón rojo imaginario. 
Volví a mirar al Principito, sus ojos verdes me miraban esta vez con un frescor que me transmitía amor, pasión y veneración.
-Principito, no tengo ninguna razón para hacer esto, solo siento que me reconforta.- El Principito rio a carcajada limpia, se sentía feliz, parecía que todo lo que él pensaba se había traducido en realidad.
-Gracias, “Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido uno.” Así tú mantienes la hermandad, aunque añores sus abrazos, aunque el deseo persistente te une a ellos, la saudade incontrolable de poder abrazarlos, de decirles que nunca los olvidarás, esta tan intrínseco en tu corazón, que la única manera de demostrarte que eso es cierto, es acordarte todos los días de ellos, porque si no los olvidas, siempre estarán a tu lado. El zorro me lo explicó muy claro: “Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Será para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…”  Por eso estoy aquí, para recordarte porque lo haces. De alguna manera tu corazón se vinculó al de otros, y los de los otros al tuyo. Y así en los vientos más huracanados nunca te sientes solo, siempre tienes miles de compañías.

El Principito me miró, como si fuera un ser excepcional. El consiguió lo que parecía imposible, hacer que yo mismo pudiera entenderme. Él había viajado por el desierto, visitado muchos planetas, sentido un amor incondicional por su rosa y reconfortarse con el vínculo inigualable de un amigo que se convierte en familia. El amanecer se deslumbraba por la parte donde había viñas, el Principito me dedicó una sonrisa, el comprendía mejor que nadie el significado del amanecer. 

Si, me apenaba, él se tenía que ir. Y como llegó, se fue, sabía que lo volvería a ver.


Saudade=Anhelo