martes, 14 de abril de 2020

El Principito.


Aquella noche hacía mucho calor. Por eso me decidí a coger la escalera que tenía en el trastero y subir a la cubierta de mi edificio. Las estrellas se veían como pequeñas luces, aquella luna alumbraba de tal manera la noche que parecía que era casi de día. Me senté en la postura de loto y me dispuse a meditar por un tiempo, el entorno era propicio para poder conectar con los elementos. Cuanto más buscaba en mi interior más encontraba, cuanto más aislado me hallaba más acompañado estaba.

-¡Hola! - Me dijo una voz infantil, sentí miedo porque había cerrado la puerta con llave.
-¿Quién está ahí? Dije con tono asustado.
-Soy yo.
-No reconozco tu voz, estás en la sombra y no puedo verte.- Dije con voz temblorosa.
-Soy el Principito. He venido porque te sientes solo, aunque tu piensas que es mentira. -Su voz era aterciopelada, pero con una consistencia dura.
-¿Porqué dices eso? ¡Eso no es verdad! Me encuentro perfectamente.
-Eres tú, el que todas las noches antes de dormir, visualizas a la gente que quieres, pintas con tu mente una forma de corazón y les deseas con todo tu alma que estén bien.
-Si, ese soy yo, pero, como sabes eso.
-Simplemente lo se.
El Principito se acercó a mí, sus cabellos eran rubios, su cara era sonriente, sus pómulos estaban más coloreados que la mermelada de fresa, sus ojos eran verdes. La nariz era pequeña, casi diminuta, sus labios eran rosados como si el mejor vino se hubiera impregnado con ellos. Estaba vestido con un traje de príncipe, era de color verde, hacía juego con sus hermosos ojos.
-¿Porqué has venido a verme?
-El Principito me miró con los ojos super expresivos. "Y los hombres no tienen imaginación, repiten lo que uno les dice"      Has utilizado la más ancestral de nuestras capacidades, eso es sin duda el amor, pones tu pensamiento al servicio de los demás sin avaricia, sin esperar nada a cambio, solo repitiendo un mantra de protección a tus seres queridos. Sin saberlo su alma se endurece, se llena de bellos anhelos, el miedo se volatiliza y ese registro de amor les envuelve. “No se ve bien sino es con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” 


Me quedé sin palabras, mi cerebro corría vertiginosamente, como cuando enciendes una mecha, todo se acelera y ya no hay marcha atrás, no podía reaccionar. Se me quedó mirando con toda la tranquilidad del mundo, sabía que sus palabras se habían convertido en un tsunami de sensaciones, me embarcaba en un viaje íntimo, donde mi corazón viajaba con el rumbo claro. ¡Estaba totalmente entusiasmado! Empezó hablarme, esta vez más como un susurro que como una bella melodía, dios le daba los compases, mientras él hablaba todo el mundo le escuchaba.-!Si quieres! ¿Podemos ser amigos?.
-Si. -Dije en un susurro.
-¿Cuéntame por favor?¡Porqué lo haces!- Con una de las voces más bellas que jamás había escuchado. Carraspee, me levanté y esta vez le miré a los ojos. Quise preguntarle el por que de su pregunta, él sabía mi secreto más íntimo, seguro que el también sabía lo que realmente pasaba por mi mente. Estas aclaraciones vienen con el recuerdo, el recuerdo nítido de lo que queda tallado en la piedra y queda por siempre. Pero en aquel momento quería que yo, desde mis labios le dijera lo que realmente él sabía.
-Todo empezó sin motivo aparente, una noche, los problemas no me dejaban dormir, vislumbre el dolor de una persona querida. Sentado en el alféizar de la ventana, era invisible, yo mismo podía sentir mi invisibilidad. No sentía frío, llovía, las gotas de agua impactaron en mi calva, era consciente e inconsciente, sin querer me resbalé y sentí miedo, caía como un peso muerto. Quería volar, ser libre como un pájaro, que mi cuerpo fuera liviano, quería mantenerme en el aire, solo con mi mente. Al descubrir que podía hacerlo, fui tan rápido como la luz, llegué a mi primer destino, ellos ya estaban dormidos y no quise despertarlos, vi que se encontraban bien. Encendí mi victoriano swisscard lite, una linterna que siempre tengo en mi mochila. Mi brazo era tan rápido que no podía ver la luz de la linterna, bajé mi velocidad, algo menos de la velocidad del sonido, para evitar el ruido brutal que eso provocaba y no despertarlos. Pude ver con toda satisfacción que la luz de la linterna producía una figura deslizante semejante a un corazón. 
Todos los días se hizo rutina para mí, hacía un viaje nocturno que me reconfortaba de vida, algo secreto que me reservaba, siempre me ponía en el alféizar e iniciaba un viaje. Unas veces visitaba Salamanca, Arroyomolinos, Humanes, Pinto, Navalmanzano, Fuenlabrada, Madrid, Leon, Alemania, Albacete, Brasil, otras veces iba al cielo y allí abrazaba al que se fue. No tenía nada planeado, si sentía que alguien estaba triste o pasaba algo, antes de dormir inconscientemente iba y le dejaba un corazón rojo imaginario. 
Volví a mirar al Principito, sus ojos verdes me miraban esta vez con un frescor que me transmitía amor, pasión y veneración.
-Principito, no tengo ninguna razón para hacer esto, solo siento que me reconforta.- El Principito rio a carcajada limpia, se sentía feliz, parecía que todo lo que él pensaba se había traducido en realidad.
-Gracias, “Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido uno.” Así tú mantienes la hermandad, aunque añores sus abrazos, aunque el deseo persistente te une a ellos, la saudade incontrolable de poder abrazarlos, de decirles que nunca los olvidarás, esta tan intrínseco en tu corazón, que la única manera de demostrarte que eso es cierto, es acordarte todos los días de ellos, porque si no los olvidas, siempre estarán a tu lado. El zorro me lo explicó muy claro: “Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Será para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…”  Por eso estoy aquí, para recordarte porque lo haces. De alguna manera tu corazón se vinculó al de otros, y los de los otros al tuyo. Y así en los vientos más huracanados nunca te sientes solo, siempre tienes miles de compañías.

El Principito me miró, como si fuera un ser excepcional. El consiguió lo que parecía imposible, hacer que yo mismo pudiera entenderme. Él había viajado por el desierto, visitado muchos planetas, sentido un amor incondicional por su rosa y reconfortarse con el vínculo inigualable de un amigo que se convierte en familia. El amanecer se deslumbraba por la parte donde había viñas, el Principito me dedicó una sonrisa, el comprendía mejor que nadie el significado del amanecer. 

Si, me apenaba, él se tenía que ir. Y como llegó, se fue, sabía que lo volvería a ver.


Saudade=Anhelo 

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