sábado, 5 de septiembre de 2015

Días de paz.

El día estaba nublado, en mi sofá veía como las nubes corrían de un lado para otro, hipnotizado por sus movimientos y sus maravillosas figuras. Un buen disco sonaba en el tocadiscos, el gran Charly Parker con su saxo alto soltaba poemas con música, intermitentemente ponía algún pianista negro que hacía llamear el piano con el blues de new Orleans. Los libros estaban apilados como rocas haciendo magistralmente equilibrios. Mi pez, Dorado, zigzagueaba de aquí para allá en su diminuto acuario, su color azul aumentaba por el efecto lupa, dependiendo de donde lo observará era incluso más bello. El ventanal era grande, dejaba ver los colores oscuros de un bello día.


Se escuchaba a lo lejos, una increíble historia de dragones y mazmorras. Interpretada por unos dibujos en un libro. El sonido de la aspiradora sonaba a lo lejos como un zumbido, no molestaba, era relajante. Nada de aquello podía alterar mi estado de bienestar. La cerveza con un tono tostado resbalaba delicadamente por mi garganta, su sabor amargo había tardado años en ser descubierto cómo agradable. Era lo más parecido a la perfeccion. Nada parecía descuadrarme, en esos veinte metros cuadrados se encontraba todo lo que yo deseaba.