miércoles, 31 de diciembre de 2014

Solo pido ser mejor persona.





Las campanas están a punto de sonar. El segundero esta subiendo la cuesta, esta a punto de llegar. Las promesas de un nuevo año se suceden, hoy no pido nada material. Solo quiero ser mejor persona. 

Si fuera mejor persona el dinero no valdría nada y ayudaría a todo los niños que pasan necesidad en la tierra.

Si fuera mejor persona daría ayuda a cualquier, sin miedo, porque si me hiciera falta, alguien me ayudaría a mi.

Si fuera mejor persona no habría guerras, en vez de luchar, nos abrazaríamos.

Si fuera mejor persona no tendría tanta soberbia, pensaría en dar muchas veces las gracias y pedir perdón cientos de veces más.

Si fuera mejor persona ayudaría al débil a superarse.

Si fuera mejor persona.....el mundo que conozco no seria el mismo. 

Es una hermosa utopía, un sueño por el que luchar, solo los pequeños actos hacen posible un nuevo amanecer.

Son las doce y seis segundos, ya es uno de enero, las uvas se me agolpan en los carrillos. 

Feliz 2015. Solo quiero que tu seas mejor persona.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

A mis treinta y tres. Mi psicoanálisis.








Son las seis de la mañana, mi mujer duerme, mi niña también. Hoy es mi cumpleaños, es Navidad. Reflexiono y sobre esa reflexión rumio diferentes posturas, una de ellas es pedir perdón con absoluta vehemencia, por el daño innecesario que hice hasta llegar aquí, es Navidad, buena época para expiar todos los pecados. Muchas veces lo hice queriendo (las menos y hace tiempo) otras sin querer, ya hace mucho que no pierdo el tiempo en perder el tiempo, lo malo e innecesario es mejor apartarlo. Estoy nervioso, muchos pensamientos y sensaciones se agolpan en mi estómago, garabateo en la moleskine, una de mis ocultas obsesiones es pintar violetas con mi parker cincuenta y uno negra. Hago cientos de líneas, incluso miles. Las regarabateo, las perfilo obsesivamente hasta que son más un borrón que una bella flor. El cuco del movil dice pi-pi con exactitud inglesa, las siete de la mañana. La calefacción esta apagada y las manos quedan inservibles como entumecidas. El sol me da los buenos días, la mañana esta despejada, las nubes son inexistentes pero paradójicamente hace mucho frio. Dejo mi estilográfica cuidadosamente en la mesa, rozando con suavidad su cuerpo con el paño depositado en el cristal para no rayarla. 


Hace tres años empece este proyecto, sin ambición, con una constancia rara,  porque me aburro rápidamente de todo, es un proceso que llevo realizando desde que soy consciente de ser un ser humano. Cientos de historias archivadas en cuadernos de preescolar sin terminar, sin principio ni final, muchas de amores, otras de sentimientos y sobre todo de emociones. Sigo teniendo varias pasiones que no han variado con el tiempo sobre todo las plumas estilográficas, los libros, Camarón y Carlos Vives. Las primeras ideas llegan a mi mente, quiero escribir pero todavía no se de que, ni de quien. Asoma en mí el pensamiento de la duda.



A mis treinta y tres años más de media vida para muchos, oportunidad indescriptible para soñar despierto para otros. Tantas cosas por hacer, tan poco tiempo para realizarlas. Un miedo a no completar la misión, miedo a morir y no poder protegerla. Miedo a que este sola y no tenga quien la cobije. Miedo a que nadie le pueda poner su manta por la noche. Miedo a no leerla un cuento. Miedo a que tenga miedo, que su corazón puro se vuelva tiránico porque el sufrimiento crea odio, el odio construye al hombre sin miedo. El miedo a que te hieran crea la protección innecesaria de combatir hiriendo, esa ha sido la mejor manera de crear verdaderos monstruos a lo largo de la historia. Miedo a que nadie de su vida por ella. Miedo a su dolor. Miedo al simple miedo. Miedo a la sobrecogedora transformación que va tener mi cuerpo por el paso inexorable del tiempo, mi pecho se volverá cano, mis músculos irán desapareciendo, mis manos se irán perfilando huesudas como hilos, que me recordarán el final de mis días.



Por el rabillo del ojo veo mis libros, mi escritorio, mi bien más preciado. Unos cuantos libros firmados, más de cuatrocientos volúmenes. Pero mis ojos están mirando a uno de mis libros favoritos, "cuentos y fábulas de la India". Lo compre hace mucho tiempo, fue por un euro en la feria del libro, sus solapas son naranjas y muestran a un yogui en postura de loto en la portada. Ese fue el comienzo, sobre las enseñanzas maestro alumno. En todos los cuentos, fábulas e historias que he creado, en todas hay preguntas que buscan respuestas. Las repuestas en muchos casos las puede resolver el tiempo, el mas sabio de los consejeros, en otras enseñanzas milenarias de padres a hijos. Abruma pensar que nada es original que todo es obsoleto, el ser humano ha sentido dolor, amor y desconsuelo desde el nacimiento de la humanidad. Desde antes de La Iliada de Homero o desde los jeroglíficos egipcios, se siente y se escribe, cuan estupida necesidad. Cualquier cosa escrita hace mucho que ya no vale nada, la originalidad se termino con el primer pensamiento del hombre. Aún así sigo amando con desbordada pasión la poesía en prosa, la lírica antigua donde lo escrito es igual de importante que lo que se dice.


Los tachones y las rectificaciones se suceden con mucha rapidez. El placer romántico del sin querer, de sentir algo que te sale de las entrañas y quiere ser expulsado. Pasan los días y a esa difuminada idea se le suman más apuntes y mas garabatos. Por arte de magia las ideas se hilan y poco a poco el mapa se empieza a perfilar, las ligeras colinas se hacen montañas inescalables. Lo más doloroso que hay en el mundo es apartar a tu hijo de tu lado, mirarlo desde la distancia para corregirlo. Sabiendo fehacientemente que todo él, está impregnado de verdades sobre ti. Cincelando todas las virtudes y muchas más miserias que tiene lo que creas. A mis treinta y tres años ni uno mas ni uno menos, escucho las palabras como una bofetada, llega la verdadera vida. 
Mi hija grita con todos sus pulmones: 

Donde esta mí papa. Entra en el despacho y me dice:

 !!!Papa felicidades¡¡¡ Mi mujer me sonrie .


El psicoanálisis absurdo que he tenido cerca de tres horas redescubre su verdadero sentido. Mientras tienes vida hay esperanza.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El viejo que sabía a mar.




Cantaba cánticos al mar, recitaba poesía bombardeando versos sin rima. Causando huracanes de sentimientos en los corazones de locos solitarios. Sintiendo el viento húmedo que estaba cargado de lluvia y que le encantaba sentir en la cara. Soñaba con las tardes de tormenta, lo emocionaba toda la fuerza y la plenitud infinita en la superficie revuelta del mar. Cuando el tiempo se calmaba podía ver la luna reflejada en el agua sobre todo en las noches de primavera. Todo en él era poesía.

Le bese y me quedo un sabor salado en la parte exterior de los labios. Ya no era joven, pero tampoco viejo. Los vientos habían modificado su cara, los surcos se entremezclaban con las quemaduras devastadoras producidas por el sol. Antes del amanecer ya estaba cogiendo sus aparejos. Esa mañana lo vi desde la ventana, estaba allí, de pie, largo y seco como sardina ahumada. Se le veía en la penumbra, el viejo candil que tenia a la derecha definía una silueta quijotesca, en su lado izquierdo se desdibujaba una barba de varios días. Todas las mañanas me levantaba antes de que saliera el sol, me escapaba de la cama para ver su figura.

La mar estaba revuelta aquella mañana, había visto muchas veces esa mirada, era reposada, como estudiando el tiempo. Sus músculos eran duros, todavía fuertes como el acero y su espalda flexible como la de un junco. Fumaba siempre en pipa, muchas tardes al lado de la marisma con dos piedras que hacían un escaño reposaba sus posaderas leyendo libros antiguos y memorizando poemas. Cuando quemaba el tabaco miraba de soslayo a las jóvenes morenas que pasaban por su lado.

En las noches donde la magia se hacia flamenco cantaba por fandangos, siempre poemas de Machado, y algún soneto suelto de Quevedo. Cuando su alma se apesadumbraba iba a la mar, se tumbada en la barquilla y dejaba acaecer las horas. Se entretenía viendo las nubes pasar e imaginaba dinosaurios o siluetas de caras conocidas. Se le veía reír entre dientes cuando un animal se parecía alguno de sus amigos. Cuando la salitre estaba en su camiseta como una mancha blanca, su frente era ya una salina con piedras semi invisibles que solo se notaban al tacto. Ese era el momento idóneo para irse camino al pueblo, muchas veces la única luz que alumbraba su camino era el incandescente tabaco.

En el puerto vendía algúna hurta o róbalo que gustaban mucho en la provincia. Disfrutaba los días nublados en el que sol desaparecía y el frió se dejaba notar en las carnes. De vez en cuando el agua le salpicaba en la cara y se reía de lo feliz que era simplemente viendo la vida pasar.

La pirámide que había construido con bases sólidas había sido destruida. La cicatriz que tenía no había sanado, él lo descubrió, eso le dejo una huella en el alma, con el tiempo comprendió que brillaría siempre y nunca se apagaría. Ella no pudo darle hijos y eso le había marcado como hombre, era más egoísta, menos humano y él lo sabía. Todavía alguna viuda le quería y se dejaba querer, cuando la necesidad le apretaba se dejaba abrazar por doña Julia. Se le veía mirar a cada lado de la calle, salir con paso ligero, metido en su capucha, queriendo esquivar las miradas de un secreto a voces.

Desayunaba, comía y cenaba en su pequeña barca. Siempre pescado hervido o frito, huevos escalfados o duros y en fiestas de guardar algo de carne. Cantaba tristes coplillas escritas con plumilla y papel amarillento que recordaban que la vida no era solo esperar, era la acción obligatoria de siempre mirar hacia delante. Ahora con la mortal distancia del tiempo veía con resignación inconsciente las largas horas que había pensado en los besos que la dio.

Cuando la melancolía se mezclaba con manzanilla se dejaba llevar. Y cantaba como el martinete ardiente, martilleando incandescente el yunque, logrando que no hubiera una pérdida incombustible y renovando la energía como la arena engullidas por los incesantes oleajes. El quejido amanecía con la primera letra:

Estrella que en el cielo estas,
no dejas nunca de brillar
a mi lado te sientas
y te marchas sin avisar.

Después de los versos se quedaba escuchando largo tiempo la guitarra. Quemando el tabaco lento de la pipa. Se quedaba inconsciente cuando los recuerdos se agolpaban y muchas veces se le olvidaba hasta respirar.

Cuando lo conocí su vida no tenía sentido, se había salido del camino, pasaba los días bebiendo. La cuerda que le guiaba se había roto y tuvo que reconstruirla pieza a pieza, sabiendo que cada una ya no se podría poner en el mismo sitio. Pudiendo convertir al más  estupido en el más relevante sabio. Me enseñó  todo lo que se, me educo en el valor noble del ser humano, nunca me dijo lo que me quería con palabras sino con palmadas en la espalda, con símbolos que solo los hombres entendemos.
Era feliz no solo cuando pescaba, pasaba los días reparando redes, lijando y repintando su barca. No pedía mas, siempre tenía lo necesario, y cuando no lo tenía lo buscaba. No tenía nada, pero lo tenia todo, sobre todo sus manos, su cuerpo, su espíritu libre y a su lado siempre omnipresente el mar, fuente natural de energía.



Un pequeño homenaje.


Era demasiado simple para preguntarse cuándo había alcanzado la humildad. Pero sabía que la había alcanzado y sabía que no era vergonzoso y que no comportaba pérdida del orgullo verdadero. 

El viejo y el mar. Ernest Hemingway.