miércoles, 31 de diciembre de 2014

Solo pido ser mejor persona.





Las campanas están a punto de sonar. El segundero esta subiendo la cuesta, esta a punto de llegar. Las promesas de un nuevo año se suceden, hoy no pido nada material. Solo quiero ser mejor persona. 

Si fuera mejor persona el dinero no valdría nada y ayudaría a todo los niños que pasan necesidad en la tierra.

Si fuera mejor persona daría ayuda a cualquier, sin miedo, porque si me hiciera falta, alguien me ayudaría a mi.

Si fuera mejor persona no habría guerras, en vez de luchar, nos abrazaríamos.

Si fuera mejor persona no tendría tanta soberbia, pensaría en dar muchas veces las gracias y pedir perdón cientos de veces más.

Si fuera mejor persona ayudaría al débil a superarse.

Si fuera mejor persona.....el mundo que conozco no seria el mismo. 

Es una hermosa utopía, un sueño por el que luchar, solo los pequeños actos hacen posible un nuevo amanecer.

Son las doce y seis segundos, ya es uno de enero, las uvas se me agolpan en los carrillos. 

Feliz 2015. Solo quiero que tu seas mejor persona.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

A mis treinta y tres. Mi psicoanálisis.








Son las seis de la mañana, mi mujer duerme, mi niña también. Hoy es mi cumpleaños, es Navidad. Reflexiono y sobre esa reflexión rumio diferentes posturas, una de ellas es pedir perdón con absoluta vehemencia, por el daño innecesario que hice hasta llegar aquí, es Navidad, buena época para expiar todos los pecados. Muchas veces lo hice queriendo (las menos y hace tiempo) otras sin querer, ya hace mucho que no pierdo el tiempo en perder el tiempo, lo malo e innecesario es mejor apartarlo. Estoy nervioso, muchos pensamientos y sensaciones se agolpan en mi estómago, garabateo en la moleskine, una de mis ocultas obsesiones es pintar violetas con mi parker cincuenta y uno negra. Hago cientos de líneas, incluso miles. Las regarabateo, las perfilo obsesivamente hasta que son más un borrón que una bella flor. El cuco del movil dice pi-pi con exactitud inglesa, las siete de la mañana. La calefacción esta apagada y las manos quedan inservibles como entumecidas. El sol me da los buenos días, la mañana esta despejada, las nubes son inexistentes pero paradójicamente hace mucho frio. Dejo mi estilográfica cuidadosamente en la mesa, rozando con suavidad su cuerpo con el paño depositado en el cristal para no rayarla. 


Hace tres años empece este proyecto, sin ambición, con una constancia rara,  porque me aburro rápidamente de todo, es un proceso que llevo realizando desde que soy consciente de ser un ser humano. Cientos de historias archivadas en cuadernos de preescolar sin terminar, sin principio ni final, muchas de amores, otras de sentimientos y sobre todo de emociones. Sigo teniendo varias pasiones que no han variado con el tiempo sobre todo las plumas estilográficas, los libros, Camarón y Carlos Vives. Las primeras ideas llegan a mi mente, quiero escribir pero todavía no se de que, ni de quien. Asoma en mí el pensamiento de la duda.



A mis treinta y tres años más de media vida para muchos, oportunidad indescriptible para soñar despierto para otros. Tantas cosas por hacer, tan poco tiempo para realizarlas. Un miedo a no completar la misión, miedo a morir y no poder protegerla. Miedo a que este sola y no tenga quien la cobije. Miedo a que nadie le pueda poner su manta por la noche. Miedo a no leerla un cuento. Miedo a que tenga miedo, que su corazón puro se vuelva tiránico porque el sufrimiento crea odio, el odio construye al hombre sin miedo. El miedo a que te hieran crea la protección innecesaria de combatir hiriendo, esa ha sido la mejor manera de crear verdaderos monstruos a lo largo de la historia. Miedo a que nadie de su vida por ella. Miedo a su dolor. Miedo al simple miedo. Miedo a la sobrecogedora transformación que va tener mi cuerpo por el paso inexorable del tiempo, mi pecho se volverá cano, mis músculos irán desapareciendo, mis manos se irán perfilando huesudas como hilos, que me recordarán el final de mis días.



Por el rabillo del ojo veo mis libros, mi escritorio, mi bien más preciado. Unos cuantos libros firmados, más de cuatrocientos volúmenes. Pero mis ojos están mirando a uno de mis libros favoritos, "cuentos y fábulas de la India". Lo compre hace mucho tiempo, fue por un euro en la feria del libro, sus solapas son naranjas y muestran a un yogui en postura de loto en la portada. Ese fue el comienzo, sobre las enseñanzas maestro alumno. En todos los cuentos, fábulas e historias que he creado, en todas hay preguntas que buscan respuestas. Las repuestas en muchos casos las puede resolver el tiempo, el mas sabio de los consejeros, en otras enseñanzas milenarias de padres a hijos. Abruma pensar que nada es original que todo es obsoleto, el ser humano ha sentido dolor, amor y desconsuelo desde el nacimiento de la humanidad. Desde antes de La Iliada de Homero o desde los jeroglíficos egipcios, se siente y se escribe, cuan estupida necesidad. Cualquier cosa escrita hace mucho que ya no vale nada, la originalidad se termino con el primer pensamiento del hombre. Aún así sigo amando con desbordada pasión la poesía en prosa, la lírica antigua donde lo escrito es igual de importante que lo que se dice.


Los tachones y las rectificaciones se suceden con mucha rapidez. El placer romántico del sin querer, de sentir algo que te sale de las entrañas y quiere ser expulsado. Pasan los días y a esa difuminada idea se le suman más apuntes y mas garabatos. Por arte de magia las ideas se hilan y poco a poco el mapa se empieza a perfilar, las ligeras colinas se hacen montañas inescalables. Lo más doloroso que hay en el mundo es apartar a tu hijo de tu lado, mirarlo desde la distancia para corregirlo. Sabiendo fehacientemente que todo él, está impregnado de verdades sobre ti. Cincelando todas las virtudes y muchas más miserias que tiene lo que creas. A mis treinta y tres años ni uno mas ni uno menos, escucho las palabras como una bofetada, llega la verdadera vida. 
Mi hija grita con todos sus pulmones: 

Donde esta mí papa. Entra en el despacho y me dice:

 !!!Papa felicidades¡¡¡ Mi mujer me sonrie .


El psicoanálisis absurdo que he tenido cerca de tres horas redescubre su verdadero sentido. Mientras tienes vida hay esperanza.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El viejo que sabía a mar.




Cantaba cánticos al mar, recitaba poesía bombardeando versos sin rima. Causando huracanes de sentimientos en los corazones de locos solitarios. Sintiendo el viento húmedo que estaba cargado de lluvia y que le encantaba sentir en la cara. Soñaba con las tardes de tormenta, lo emocionaba toda la fuerza y la plenitud infinita en la superficie revuelta del mar. Cuando el tiempo se calmaba podía ver la luna reflejada en el agua sobre todo en las noches de primavera. Todo en él era poesía.

Le bese y me quedo un sabor salado en la parte exterior de los labios. Ya no era joven, pero tampoco viejo. Los vientos habían modificado su cara, los surcos se entremezclaban con las quemaduras devastadoras producidas por el sol. Antes del amanecer ya estaba cogiendo sus aparejos. Esa mañana lo vi desde la ventana, estaba allí, de pie, largo y seco como sardina ahumada. Se le veía en la penumbra, el viejo candil que tenia a la derecha definía una silueta quijotesca, en su lado izquierdo se desdibujaba una barba de varios días. Todas las mañanas me levantaba antes de que saliera el sol, me escapaba de la cama para ver su figura.

La mar estaba revuelta aquella mañana, había visto muchas veces esa mirada, era reposada, como estudiando el tiempo. Sus músculos eran duros, todavía fuertes como el acero y su espalda flexible como la de un junco. Fumaba siempre en pipa, muchas tardes al lado de la marisma con dos piedras que hacían un escaño reposaba sus posaderas leyendo libros antiguos y memorizando poemas. Cuando quemaba el tabaco miraba de soslayo a las jóvenes morenas que pasaban por su lado.

En las noches donde la magia se hacia flamenco cantaba por fandangos, siempre poemas de Machado, y algún soneto suelto de Quevedo. Cuando su alma se apesadumbraba iba a la mar, se tumbada en la barquilla y dejaba acaecer las horas. Se entretenía viendo las nubes pasar e imaginaba dinosaurios o siluetas de caras conocidas. Se le veía reír entre dientes cuando un animal se parecía alguno de sus amigos. Cuando la salitre estaba en su camiseta como una mancha blanca, su frente era ya una salina con piedras semi invisibles que solo se notaban al tacto. Ese era el momento idóneo para irse camino al pueblo, muchas veces la única luz que alumbraba su camino era el incandescente tabaco.

En el puerto vendía algúna hurta o róbalo que gustaban mucho en la provincia. Disfrutaba los días nublados en el que sol desaparecía y el frió se dejaba notar en las carnes. De vez en cuando el agua le salpicaba en la cara y se reía de lo feliz que era simplemente viendo la vida pasar.

La pirámide que había construido con bases sólidas había sido destruida. La cicatriz que tenía no había sanado, él lo descubrió, eso le dejo una huella en el alma, con el tiempo comprendió que brillaría siempre y nunca se apagaría. Ella no pudo darle hijos y eso le había marcado como hombre, era más egoísta, menos humano y él lo sabía. Todavía alguna viuda le quería y se dejaba querer, cuando la necesidad le apretaba se dejaba abrazar por doña Julia. Se le veía mirar a cada lado de la calle, salir con paso ligero, metido en su capucha, queriendo esquivar las miradas de un secreto a voces.

Desayunaba, comía y cenaba en su pequeña barca. Siempre pescado hervido o frito, huevos escalfados o duros y en fiestas de guardar algo de carne. Cantaba tristes coplillas escritas con plumilla y papel amarillento que recordaban que la vida no era solo esperar, era la acción obligatoria de siempre mirar hacia delante. Ahora con la mortal distancia del tiempo veía con resignación inconsciente las largas horas que había pensado en los besos que la dio.

Cuando la melancolía se mezclaba con manzanilla se dejaba llevar. Y cantaba como el martinete ardiente, martilleando incandescente el yunque, logrando que no hubiera una pérdida incombustible y renovando la energía como la arena engullidas por los incesantes oleajes. El quejido amanecía con la primera letra:

Estrella que en el cielo estas,
no dejas nunca de brillar
a mi lado te sientas
y te marchas sin avisar.

Después de los versos se quedaba escuchando largo tiempo la guitarra. Quemando el tabaco lento de la pipa. Se quedaba inconsciente cuando los recuerdos se agolpaban y muchas veces se le olvidaba hasta respirar.

Cuando lo conocí su vida no tenía sentido, se había salido del camino, pasaba los días bebiendo. La cuerda que le guiaba se había roto y tuvo que reconstruirla pieza a pieza, sabiendo que cada una ya no se podría poner en el mismo sitio. Pudiendo convertir al más  estupido en el más relevante sabio. Me enseñó  todo lo que se, me educo en el valor noble del ser humano, nunca me dijo lo que me quería con palabras sino con palmadas en la espalda, con símbolos que solo los hombres entendemos.
Era feliz no solo cuando pescaba, pasaba los días reparando redes, lijando y repintando su barca. No pedía mas, siempre tenía lo necesario, y cuando no lo tenía lo buscaba. No tenía nada, pero lo tenia todo, sobre todo sus manos, su cuerpo, su espíritu libre y a su lado siempre omnipresente el mar, fuente natural de energía.



Un pequeño homenaje.


Era demasiado simple para preguntarse cuándo había alcanzado la humildad. Pero sabía que la había alcanzado y sabía que no era vergonzoso y que no comportaba pérdida del orgullo verdadero. 

El viejo y el mar. Ernest Hemingway.


domingo, 12 de octubre de 2014

Cuento: El cocodrilo y el ñu.


El rey.



Hace mucho, mucho tiempo mi abuelo me contó una historia, y a su vez esa historia se la contó su abuelo. 

En una región de la sabana a cientos o miles de kilómetros de aquí había un cocodrilo muy grande, sus fauces podían albergar más de cien gacelas. Su piel era rugosa como la de un tronco viejo, sus ojos llameaban fuego como si tuviera un horno en ellos. Sus patas eran tan grandes como las de un elefante, y sus dientes tan afilados como las navajas. La cola era tan larga que no podía darse la vuelta cuando quería dormir. Era él rey, el más fuerte de todos los cocodrilos. 

Una gran sequía acechó la sabana, los días se fueron haciendo cada vez más difíciles. Todas las mañanas tenía una audiencia con los más distinguidos cocodrilos, desesperadamente le pedían una solución. Querían más comida, el poco agua que tenían estaba mezclada con lodo. Las espaldas de los cocodrilos estaban muy quemadas por el sol. Todos los días, las madres lloraban por racionar la comida. Pero él no sabia que hacer, todo lo había conseguido con su fuerza y destreza en la batalla. La situación era difícil, el problema era el miedo irracional a quedarse sin ningún alimento. La llanura empezó a ponerse cada vez más violenta. Las peleas y el pillaje se hicieron cada vez más habituales. Los grandes sabios no habían visto nada igual, sus ojos ciegos no sabían que hacer.

Una tarde cuando el gran cocodrilo meditaba como ayudar a sus congéneres, un ñu se le quedo mirando. 
El cocodrilo molesto le espetó con una gran voz:
—¿Porqué osas molestarme?. No te das cuenta que tengo asuntos muy importantes entre manos. Todo mi pueblo esta pendiente de la decisión que tome. Vete o te comeré.—el ñu se quedo mirándole con cara inocente y sonriente, no le imponía nada que fuera él emperador.
— Que te pasa gran cocodrilo, ¿cual es tu problema? Cualquier problema tiene solución.
— Esto no tiene solución, yo no tengo una mente privilegiada, mi inteligencia no esta preparada para otra cosa que la lucha.
Ñu le miro sonriente con todo el amor con el que se podría mirar a un hijo.
— Cuando te das cuenta de que las circunstancias te superan y sientes en tus carnes las limitaciones de tu mente, ese es el momento en que puedes sobrepasarlas. Tú eres tu verdadero enemigo, mantén la mente abierta y pronto encontraras el sendero. —El cocodrilo miró sorprendido.—
—¿Que me estas diciendo? No llego a entenderte.
— Tranquilo, yo te lo explicaré, todos necesitamos un faro, en este caso seré yo el que te guíe, por eso te voy a contar esta vieja historia:

Hace tiempo en una bella meseta había un reino muy próspero, en ese reino había dos bellas princesas, una princesa era maleducada, prepotente, soberbia y pensaba que lo sabia todo. Trataba a sus damas de cama con muchísimo desdén, humillaba siempre que podía, no con palabras malsonantes sino con comparaciones vejatorias e incluso les echaba la culpa de los  errores que ella cometía. Un día un circo de pulgas llego a la ciudad, la dueña era una vieja sonriente con una gran verruga en la nariz. Presentó el espectáculo, las pulgas montaron en bicicleta, llevaban grandes pesos de un sitio a otro, paseaban por la cuerda floja eran grandes marabalistas. La princesa pasaba por allí, vio un gran tumulto de gente y dijo a su cochero que parara. Era un imponente carro tirado por seis hermosos sementales, sus cabellos dorados y sus grandes ojos azules la hacían parecer un ángel, el vestido lleno de brillantes chocaba con los trapos de los aldeanos. La princesa presionó para que cogieran más peso, para que montaran mas pulgas en la bicicleta, hasta tal punto llego la presión que rompió una patita de la pulga Simón. En un arrebató de furia por no ver cumplida su plegaria, salió llorando y con ello el vestido se engancho en la mesa. El circo se vino abajo y muchas pulgas se fueron tranquilamente por un desagüe próximo. La dueña que sabía de la conducta de la princesa se transformó en un hada bella y joven, le desposeyó de su reino. La hermana menor asumió el testigo de la princesa y todos fueron muy felices. El maleficio siguió, por que no fue capaz de ser humilde y no volvió nunca jamás a ser una princesa. 


—Que tiene que ver conmigo esta historia.
—La dificultad de reinar y ser un buen rey. Para ser un gran monarca necesitas tres cosas.
—¿Cuáles son?— respondió castañeteando los dientes.
— La primera es humildad, cualquier animal es igual que tu. La segunda es autocontrol nadie debe verte enfurecido o alterado, tus enemigos verían tus puntos débiles. Y tercero, ten fe y ganas de trabajar. Fe en el tiempo, en el trabajo y una actitud positiva que te darán la posibilidad de ser sabio.

El rey se quedo pensativo, nunca se había preocupado de nada, para eso estaba el consejo. No se interesó en mejorar su reino, habían pasado de una época miserable a una más buena. El solo había aprovechado la coyuntura.
El cocodrilo al fin dijo.
-¿Que puedo hacer? Si no llueve toda medida es poca.
- Parece que no me has escuchado, ten fe y ganas de trabajar y serás respondido. No sabes la historia de la rana y la ardilla, ellos excavaron el suelo consiguieron que brotara el agua.
Quieres que te la cuente.
-No.  - respondió el cocodrilo.—Gracias Ñu tengo que salvar mi reino.
- Adiós, lo dejaremos para otro día. 
El ñu lo vio partir, alegre de que alguien hiciera caso de un pobre viejo loco que había sido expulsado de la manada.

Sorprendentemente cuando empezaron a excavar, comenzó a llover. Llovió por días. Se celebraron las fiestas mas grandes que se recuerdan en toda la historia de la Sabana. El rey cocodrilo tomó medidas para que no volviera a pasar nada igual. 

Y fueron felices y comieron perdices. 


Moraleja: Nunca te subestimes. La sabiduría del ser humano pasa a través de las historias.



jueves, 25 de septiembre de 2014

Mirame. Mirame fijamente.




Hoy recostada a mi lado te sentía ausente. Me sentía extraño, extraño para ti, también para mi. Te veía a través del vidrio de mis gafas, con tu belleza impertérrita. Los rizos caían por tus hombros, tu pelo ensortijado hacía semicírculos concéntricos. Preparé el café de la mañana, el mio con leche fria, el tuyo un minuto en el microondas. La mañana estaba fría, llovía. Las nubes descargaban mucha agua, la visibilidad en el coche era prácticamente nula. La hora pasaba lenta, el pequeño motor rozaba la zona roja de las revoluciones, no decías nada, ya conocías mi manía, odiaba llegar impuntual. Tu mano rozó la mía cuando cogíamos la curva hacia la derecha. En ese momento como una realidad pasada, me percaté de ti. Perdona cariño, él que estaba ausente era yo. Redescubrí tus caricias, te miré fijamente. Volví otra vez a comprenderte, me reencontré con tu corazón. Absorto en los quehaceres diarios, en las intransigentes y aciagas mañanas. Donde estar separado de ti era ciertamente el mayor de los tormentos.


"Mirame fijamente"


"Mírame fijamente hasta cegarme
mírame con amor o con enojo
pero no dejes nunca de mirarme
porque quiero morir bajo tus ojos


cuando me mira subo a los cielos
porque tus ojos son dos Estrellas
que me iluminan cual dos luceros
el caminito de primavera


mirame fíjamente hasta cegarme
mírame con amor o con enojo
pero no dejes nunca de mirarme
porque quiero morir bajo tus ojos


esos ojazos me enloquecieron
de tal manera con su mirar
que ya no puedo vivir sin ellos
y eso me obliga siempre a cantar


mirame fíjamente hasta cegarme
mírame con amor o con enojo
pero no dejes nunca de mirarme
porque quiero morir bajo tus ojos"

Grandiosa canción de Alejo Duran.



Mi más sentido homenaje a dos personas que se amaron con el alma.



Solo un vallenato
siente el acordeón
como una pieza
fundamental de su alma.








domingo, 14 de septiembre de 2014

Serie: Fragmentos de una vida. El fracaso y caída es la única vía para superarse como ser humano I.

Seguro que sale bien dijo el hombre de negro con una bella sonrisa. El papel ponía esa dirección y esa hora. El fotógrafo no estaba allí. Estaba sucio y olía mal en la calle, no se veía nada, las farolas habían sido apedreadas, el cristal de la bombilla era inexistente, pero me propuse que eso no iba echarme para atrás. Cuarto de hora después un hombre mal vestido con gomina en el pelo salió a recibirme. No era la primera vez que lo hacía, ni tampoco sería la última. Siempre me gustó jugarme el tipo. Me dijo hola despectivamente, sus ojos se fijaron en las transparencias de mi blusa. Ayer en la mañana me había pasado un contacto la dirección. La seguridad me hacía tener una barrera psicológica que no me dejaba bajar la guardia. La habitación estaba oscura, una vieja bombilla dejaba la estancia en una casi total penumbra. Una rata gigante pasó rozando el grifo que había al lado de una pila antigua. Se paró en el mismo instante que me vio, meditó en la oscuridad si seguir o pararse. No le debí parecer peligrosa porque alegremente siguió su marcha y se metió por un agujero estrecho, pensé que no conseguiría pasar. El hombre estaba sentado observándome. Sus facciones eran asiáticas, sus ojos eran casi inexistentes, en las dos líneas perfiladas con pestañas se veía una estraña curiosidad. Me centré en lo necesario, distribuí el trabajo con voz de mando. Las cosas empezaron a fluir, siempre que me estresaba fumaba un cigarro tras otro. Empecé a fumar cuando tenía trece años, la estúpida adolescencia, llevaba más de veinte años con este inútil vicio. No le tenía odio, solo sentía una estúpida incomodidad, me habían robado un iphone hacia menos de un mes, curiosamente fue un chino.

Empezó a gritar como loco que lleva el diablo. Mezclaba varios idiomas. Solo llegué a comprender una cosa:
- ¿Que es lo que quieres de mí?
Lo único que quería es que me dejara trabajar y se callara. Pero siguió, en un movimiento estremecedor la cabeza tocó un clavo, el sonido hueco dejó paso a un silencio estrangulador. Estaba herido, con un agujero que sangraba y ya no respiraba. Me quité los tacones y salí corriendo. El fotógrafo me frenó en seco, una bofetada me llevó de un golpe a la realidad. Cogimos el cadáver y lo envolvimos en un par de bolsas negras . Lo metimos en su coche. La madrugada estaba empezando. Me costó encender el marlboro, me templaba la boca por la temperatura, inhalé una bocanada que consumió medio cigarro, la garganta me picaba, el humo pasaba como un rascador, los pulmones estaban a punto de estallarme. El frío hacía que los dedos se congelaran, se me quedaron pegados en la puerta de la vieja ford. Recogí el maletín, la máquina de pasaportes y pensativa me senté en el coche. Las tres y cinco marcaba el reloj, en menos de cuatro horas tenía que levantarme. Maldita mi suerte, siendo mileurista no llegaba a fin de mes, me había costado mucho sacar la máquina del trabajo. En momentos así me sentía peor que una rata. Conduciendo el coche me dejé llevar como una cucaracha en un contenedor de basura.





La frustración es una sensación indescriptible,  tu mundo se derrumba, pero a la mañana siguiente te tienes que levantar con ganas de cambiarlo. Gracias a la oportunidad de estar otra vez en la carrera de la vida.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Tal día como hoy me puse a escribir.



Solo el sol me ciega la vista, hace mucho que tengo los ojos del alma bien abiertos, para sentir, amar y pensar. La mar desgasta y cambia los pensamientos dulcemente. Lo que ayer era una verdad ineludible, hoy es una gran mentira que no puedes sentir. El objeto más preciado que se puede tener son montañas de oro, pero no lo amarás como a tu propia sangre. Como un águila real vuelo sin horizonte, hasta posarme en una rama y pensar que el tiempo transcurrido es la respuesta a muchas preguntas. Escribir raíces de mi vida para asentar el árbol donde se posa el águila da sombra a mis hijos y sentir la respuesta en las letras escritas.


Frente a la máquina de escribir las teclas sonaban con un sonido hueco y un ligero eco. El margen izquierdo tenía una sangría a tres centímetros del papel. El folio dejaba ver al trasluz un galgo volando, con patas delgadas y una cabeza afilada. Un papel grueso de noventa y cinco gramos. Tomaba notas en las cuartillas azules, con mi vieja parker 51 que me había regalado mi mujer antes de cumplir los votos. Funcionando como el primer día, el émbolo seguía absorbiendo tinta con la fuerza de un succionador industrial. Siempre preferí la tinta negra de parker, era bastante mas oscura que la competencia.

Después del típico ritual religioso que realizaba para exponer mi pensamiento, el teclado de la máquina de escribir se quedaba quieto, parecía roto, las letras estaban paralizadas. Las musas de los poetas se quedaban a las puertas de mi habitación. Y muchas veces en el viejo sillón orejero con mis pantuflas, pijama y máquina de escribir entre las piernas salían palabras solas. Yo no quería denunciar nada, quería ser como los buenos vallenatos aquellos que cantaban con el acordeón rompiendo corazones y alzaban ánimos. Después de años me di cuenta que la verdadera inteligencia llega cuando tu humildad te demuestra la ignorancia, es el momento cuyo descubrimiento te lleva a la llamada paz interior. Los conocimientos sin base filosófica hacen gentes vacías, yo prefiero a los humanos. Esos que centran su amor en aquella flor desvalida que ha salido en medio de los cardos, reverenciando su belleza, admirando su frágil fuerza y como premisa suprema demostrando amor hasta por las hienas.

Inexplicable paradoja de los caminos del sabio que curiosamente llevan a la filosofía zen donde la mente mas intuitiva superaba a la intelectual en la mayoría de las ocasiones. La dolorosa transformación de sentir, amar y pensar eran las respuestas psicosomáticas a un cambio tan radical que otorga nuevas estructuras intelectuales al hombre. Y que te hacen ser mas humano. Y así, tal día como hoy empezé a escribir para dar sentido al código encriptado que tenía en mi corazón.


Dedicado a Sonia, Rubén y Mikel. Que el bien triunfe sobre el mal. Y que los hombres dejen 

lunes, 4 de agosto de 2014

Oxígeno

Quise ver con sus ojos el mundo.

La ilusión que cada momento se expresaba con viveza en su cara, me hizo aun más enamorarme de ella.

Los castillos de arena se transformaban en construcciones ingenieramente imposibles cuando el agua del mar las deshacía como sueños del pasado. Ella los hacia resurgir como una arquitecta deslizando la escuadra y el cartabón.

Los caballos de cartón relinchaban con fuerza, los cascos sonaban como castañuelas en la lejanía. Le acariciaba lentamente la crin, le daba besos en la mancha marrón que tenia junto a la oreja. Se abrazaba a su cuello queriendo que ese momento nunca terminará.

Los cafés con leche y mucho azúcar eran sus favoritos, los bebía con la mejor cubertería, cuchara de plástico, vaso en forma de tronco con el cual disfrutamos de la velada del té.

Dormir con el bebé era un ritual cuyo comienzo era ser arropado, seguía con la orden de cerrar los ojos y roncar sonoramente.

Tomábamos helados de poliestireno que chupabamos sin conseguir sabor.

Los objetos esféricos sobre todo en los que salía una bella princesa que ahora tendría casi cien años eran nuestros favoritos. Jugábamos a chutarnos la pelota con recogidas y pases, soltábamos gritos que hacían enmudecer los sonidos mas histriónicos que emitían las princesas por cada golpe.

Siempre me hacía soltar una sonrisa cuando las pinzas de tender la ropa se convertían en una bonita flor con un perfume que solo el amor puede transformar en delicioso.

El tiempo como un enemigo ardiente pasaba rápido. Por eso juntaba en mi mente botellas de oxígeno. Para poder respirar en los momentos en que  la vida se tornaba sucia e injusta.

viernes, 7 de marzo de 2014

Isabella. El significado.

Un padre y su hija se encontraban paseando por un bonito bosque, muy cerquita de la ermita de la sagrada Piedad. Estaba a unos treinta kilómetros de la gran ciudad. Los pinos eran grandes y hermosos, sus troncos habían tenido muchas primaveras, el verano pasado hubo un pequeño incendio y todo el pueblo temió que se perdiera el pinar. Muchas familias comían tortillas y freían carne al calor de la leña. El sitio era una maravilla de la naturaleza.
El padre estaba extasiado y molesto por la tortuosa inconsciencia de la adolescente. Era un sitio familiar para ellos, habían pasado allí muchos días de verano, era su refugio neutral. Pero aquel día el suelo estaba lleno de minas y él intentaba esquivarlas. El progenitor recordó que algún día fue así, un joven inconsciente.
La vida le había moldeado como un junco, el viento le había perfilado frágil pero resistente. El camino había sido largo antes de que naciera, ya era prácticamente un sueño lo que había sucedido tanto tiempo atrás, la ruina se había cernido sobre él, lo que habían sido tiempos de bonanza se habían convertido en muchos más de tortura. Sintió el miedo de la muerte en su nuca demasiadas veces, fue desposeído de su humanidad, le costó numerosos años volver a ser normal, recordaba esa época como oscura y muy dolorosa.
Sufrió esa soledad que se siente cuando nadie puede ayudarte. Los duelos son siempre duros y tardan en pasar incluso años, no fueron pocos los días perdidos pensando en aquellas situaciones rocambolescas, pasado el tiempo todavía sentía punzadas en el corazón por los errores cometidos.
Un día de repente lo olvidó todo, vio su cuerpo que apenas sobrepasaba su mano, segundos después tuvo la posibilidad de ponerla acurrucada en su pecho, sabía que la circunstancia por la que había luchado o creído no valía nada. De repente todo tenía sentido, en ese paritorio donde ella respiraba el primer aire de sus pulmones y luchaba con ahínco por conseguir su sustento, era maravilloso observar su instinto animal. Nunca había pensado en la muerte pues se creía inmortal, nunca pensó que si él faltaba ella cometería errores que nunca podría perdonarse, porque nadie estaría allí para hacerle pensar.
No había dado muestras de su cambio, de la sorprendente transformación que había sufrido su alma, esa sensación de morir por otro nunca había entrado en su vocabulario. Esa adolescente que le gritaba acaloradamente se parecía tanto a él, era intuitiva, inteligente y arrogante.
Mientras paseaban recordó un viejo haiku que había leído cuando aún era joven,  había sido compuesto por un filósofo japonés cuando oía los cánticos de la muerte.
Ya no volveré
a ver las mariposas
revolotear en primavera.
Siempre había sentido una sensibilidad especial por las palabras, sobre todo por las letras sencillas y bellas. Muchas veces después de su nacimiento pensó en esos versos, comprendió cada palabra, sintió su sufrimiento. Esa nostalgia de no poder compartir más momentos. De llegar a su final.
Noto las agujas penetrando su piel, había tardado más de un año en componerlo, mientras su hija permanecía callada, repasaba todas las letras que se había tatuado, los significados, todos sus sentimientos en unas pocas palabras, sus pensamientos positivos en cada silaba.
¿La luciérnaga
ilumina el camino?
Siempre Isabella.
Al principio no le pareció nada del otro mundo, pero las palabras escritas en esa tarde de otoño se fueron reposando como el buen vino. Estuvo dándole vueltas durante muchos meses en su cabeza, con su métrica sencilla el haiku era muy bello, se quedó en el cajón esperando que las palabras tuvieran sentido. No conocía su significado, no conocía el porque, pero sabía que eso tenía sentido y una fuerza muy importante para él, se puso a investigar y sin querer se dio de bruces con una bonita realidad. Esa frase le había venido a él por algo, algo muy especial, llegando a lo espiritual, seguro que había sido tocado de refilón por las musas de otros genios.
El significado intrínseco de la palabra luciérnaga es el de un animal luminoso, la investigación le llevó a preguntar el significado omnipresente de la palabra luciérnaga y su madre le relato una fábula oriental que su abuelo le contaba, esa era la conexión que cerraba el círculo.
''Cuenta una fábula que en cierta ocasión una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga; ésta huía muy rápido y llena de miedo de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba desistir en su intento de alcanzarla.
La luciérnaga pudo huir durante el primer día, pero la serpiente no desistía, dos días y nada, al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga detuvo su agitado vuelo y le dijo a la serpiente: ¿Puedo hacerte tres preguntas?
No acostumbro conceder deseos a nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar, respondió la serpiente.
Entonces dime:
¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
¡No!, contestó la serpiente.
¿Yo te hice algún mal?
¡No!, volvió a responder su cazadora.
Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?
¡Porque no soporto verte brillar!, fue la última respuesta de la serpiente.'''
La pregunta era obligada, sin saberlo quiso ser el guía de su vida, ser él ejemplo que iluminará sus pasos. El camino estaba lleno de piedras y el firme era irregular pero la rúa estaba iluminada. Tuvo que llegar a ese momento en el que la vio nacer, para que brillará su auténtico guía.





jueves, 27 de febrero de 2014

Ninguna vida vale una muerte.

Allí no había nada solo desolación y muerte. La lluvia caía de lado, el día era oscuro y frío. Los cadáveres estaban por doquier, los cuerpos hinchados desprendían un olor pestilente. La noche había confirmado que el amanecer iba a ser terrorífico. Ayer habían sido sonrisas y juegos. Respiré y mire para otro lado. La típica actitud del cobarde. La siniestra esperanza que me quedaba era que estaba vivo. Los que podían gritar pedían agua. La ayuda tardaría días en llegar. Nos habían pillado por sorpresa, estábamos dormidos. La lucha por la libertad era nuestra máxima. Nos mataron sin compasión, en aquel momento no parecíamos hermanos. El odio nos había dominado. La cabeza me dolía, una bala de rebote me había rozado el cráneo y me desmaye. Tuve mucha suerte. Me desperté por la noche entre mareos. Me di cuenta que había nacido solo y había estado a punto de morir solo. La soledad es innata a nosotros, siempre estamos solos. La posibilidad de amar esta negada a los animales solitarios y que odian sin pensar. No entendí ese sufrimiento inútil. Las caras de dolor dolían en el corazón. Ver la muerte de tan cerca era terrorífico. Estuve sonámbulo sin saber que hacer. Lloraba a ratos, sonreía otros, negué con la cabeza muchos más. Pensé numerosas veces el porque. No pude contestarme. Cogí unas botas de un hombre viejo, la talla era grande pero no pensé más, había perdido mis zapatos. Cogí varias cantimploras con la que hice una y me dispuse a dejar atrás el sufrimiento.
Ninguna vida vale una muerte.

jueves, 20 de febrero de 2014

Papá


El era viejo y moriría pronto. Su pelo y bigote eran canos, su nariz grande y aguileña le confería el aspecto de un águila, los pómulos eran huesudos por el paso firme de la muerte. Había vivido toda su vida en las hermosas colinas, le encantaba oler la hierba húmeda por el rocío.
El sol daba de panza en aquella tarde de enero, sus ojos vidriosos contemplaban el magnífico milagro del día y de la noche. Tocaba el bastón de madera de nogal, lo había realizado en una tarde de aburrimiento, con sólo el acompañamiento de unos ruidosos grillos. Esperaba el final con alegre resignación, había puesto sus papeles hacia mucho tiempo en regla. La mitad de su finca se la había dado a su nieta Pepa, la otra mitad a su fiel nana, le había acompañado cuarenta y cinco años de su vida, nunca una palabra más alta que otra, siempre con una sonrisa en la cara. Por último el dinero que le quedara seria para Gumersindo, el pastor que le había salvado la vida, una mañana de domingo cuando era tiempo de piñas resbaló rompiéndose el esternón y la pierna, lo encontró echo trizas y aun con sentido hablando en susurros.
Su hijo mayor estaba receloso de que una trampa del destino les dejara sin nada, conocía a su padre, su personalidad era muy marcada y muchas veces le había advertido de que no le dejaría nada. Todo ocurrió una noche, después de una apetitosa cena de perdiz escabechada, le soltó vomitando palabras que no recibirían nada de su herencia. Al principio fue una estrategia con la cual quería saber si todas sus alabanzas eran sentidas, pero jugo un órdago y le estalló en la cara. Las llamadas y visitas se fueron espaciando en el tiempo. Solo su pequeña Pepa sacaba minutos para él. Hablaban de los amores que tenía, ese chico me gusta, es el amor de mi vida, en esa maravillosa edad en que cada experiencia es vivida como una vida.
Cuando se quedaba solo pasaba el tiempo jugando al ajedrez con su Kaspárov chess, una copa de buen brandy y un cohíba tierno. La soledad forzada era la peor tortura, recordaba cuando era valiente, atlético y no tenia miedo a nada. Sus ojos eran vivos, su pelo peinado a raya era negro, su pecho era fuerte y marcado. Sus manos eran bellas como perfiladas en el mármol por un escultor. En aquella época nunca se sintió solo. 
Aquella noche le llamaron en la madrugada, su padre había muerto. No lloró porque sabía que su final estaba cerca. Hacia tiempo que no había ido a verlo, su divorcio y su relación con su secretaria no le dejaba tiempo para mucho más. La viagra le dejaba exhausto, sus amigos entre risas le dijeron que no abusara porque tendría un ataque al corazón, pero él no les hizo caso, era maravilloso sentir otra vez la plenitud de los veinte. Había estado ordenando unos papeles por eso no le pillaron durmiendo. Llamó a su hija y exmujer para dirigirse rápidamente al tanatorio. En la sala no había mucha gente, su padre era buena persona pero no era excesivamente querido. Era inflexible cuando se tocaban sus convicciones morales. Recordó aquella noche, el vino había corrido por doquier, su padre estaba borracho como una cuba, sin venir a cuento se puso agresivo y les dijo que no les dejaría nada. Uno de sus defectos eran ataques de ira resueltos en minutos sin enfados. El quería a su padre pero su corazón había muerto con su madre. Fue su tragedia más grande, los sacó adelante como pudo, los educó y vistió. Siempre estuvo en todos sus momentos, nunca se casó con ninguna mujer, no quería una madre distinta para sus hijos. Viendo a la muerte de cuerpo presente su corazón empezó a estrangularse, era demasiado orgulloso para haberse dado cuenta. Su padre estaba allí, no pudo aguantar, empezó a llorar, aunque sabía que estaba muy enfermo ahora sufría por no haber tenido tiempo de abrazarlo, quererlo, ayudarlo. En ese momento comprendió que ese pobre viejo no le había enseñado a expresar lo que sentía su corazón. Se había ido, ahora para siempre, quedaría marcado hasta el día de su propia muerte por el sufrimiento de no expresar.

miércoles, 15 de enero de 2014

Soldados políticos.

Con la sonrisa que hacia desbordar su mandíbula a un extremo parecido a la mueca estaba sentado en su silla, el taburete estaba adornada con un viejo alabastro que la hacia parecer el trono de un emperador, la viola que sonaba a lo lejos era la de un rey, súmmun embajador de esta su casa, los valientes que osaban molestarle los hubiera mandado matar por sólo llamar al timbre. Aunque su temido mal carácter era más chismorreo que la vida real su presencia sola imponía. Al lado había una estancia gemela que servía de salón o de cuadra para los animales según necesidad. Era una casa pequeña pero acogedora, la ducha estaba en la calle, era una simple trampilla con cuerpo alargado que dejaba caer el agua en la boca de una regadera. Era un hombre de aquellos antiguos con corbata de lana, botones de la camisa desabrochados, chapiri inclinada a la derecha, fumaba grifa en su pipa de madera de boj y bebía aguardiente para desayunar. Su rutina era la misma todos los días se levantaba al amanecer, realizaba varias asanas y siempre tres respiraciones profundas. Sus cuarenta flexiones hacían ver sus terminaciones musculares que al paso de cada esfuerzo se veían más agrandadas. Después de diez kilómetros a paso ligero se dejaba pasar sudoroso y con la envenada al cinto, con una gran sonrisa al restaurant Lourdes. El almuerzo no era su favorito, los  huevos con bacon y alubias con tomate era demasiado británicas para su gusto pero como solía decir cuando no había pan buenas son tostás. Sus gustos eran estrafalarios para la mayoría de los mortales no se orientaba por modas, corría de la ópera chica "nuestra zarzuela" a la clásica, siendo la cabalgata de las Valkimias de Richard Wagner su favorita. Del blues más negro de New Orleans al tango más suave de Gardel, era un mundo de vivencias, las vivencias de su mundo. Sus ojos eran verdes cómo las olivas su abultada barba blanca era un recuerdo de su pasado. Aquella mañana se levantó antes del alba, había llovido toda la noche y eso le había echo levantarse con un humor de perros por las numerosas goteras, aunque las heridas del pasado viajaban recordandole sucesos "ennieblizados". Su valor y coraje en batalla le habían valido tener varias estrellas en su solapa, pero aquello no se había ganado siempre con la moralidad, nunca había sido fácil matar a un igual. Los fantasmas le sobrecogían de noche, donde hasta el más valiente dudaba. Hubiera dado su vida por salvar un alma. Las ametralladoras silbaban en la lejanía corrió hacia la vía del ferrocarril las órdenes eran ordenes tenia que salvarles. Lo que vio haría vomitar al forense más habituado, en la ciega oscuridad no pudo más que divisar colores mezclados con olores nauseabundos. Los niños gritaban, los ojos de uno de ellos lucían como la pólvora, se agarro a sus barbas y le inquirió hasta la sangre que cogiera a su hermano, le calmo, le grito que le dijera donde estaba, pero lo que vio le dejo sin aliento no pudo más que secarse las lagrimas. Lo metió en un saco y corrió tan deprisa cómo "Hércules" nunca miro hacia atras hoy todavía recuerda un miedo seco. La norma de por cojones le resultó muy bien en la vida, así había salido vivo de demasiadas situaciones. Salvo aquellos niños, aquellos niños que podían ser sus hijos, sus hijos estaban a miles de kilometros.  Muchas veces en los momentos de sosiego cuando se encontraba en la soledad de una guardia o en la fría y temible trinchera daba gracias porque sus pequeños estuvieran bien. Sus padres se lo agradecieron, el ejército también pero como hombre había sido marcado por la sangre del enemigo, solo por la supervivencia de esos inocentes valía dar la vida en la batalla. Si no hubiera sido por él y muchos como él otros niños hubieran muerto, e incluso peor, nunca hubiera nacido. Era novio de la muerte, del honor y de la vida. Hoy todavía se cuadra al sonido de la bandera y enseña a quién le quiere oír las historias del pasado que no se deben olvidar. Con su voz de ceniza sonríe a los pequeños, les enseña las marcas que dejaron en su cuerpo y en su corazón la maldita guerra.
La moraleja de todas las guerras es que siempre hay alguien peor que los soldados: "Los soldados políticos."