domingo, 8 de septiembre de 2013

Te amo.


Me levante de un salto, la noche lo había oscurecido todo. De pie buscaba su cuerpo, ese cuerpo que había besado muchas veces. Escuche su voz, fue curioso pero se había ido. Los árboles no me dejaban ver la luna con claridad el viento movía sus hojas era un masaje para el tiempo y la mente. Esperaba escuchar su voz por la espalda, era raro, la echaba de menos. Recordé su pelo rizado hasta la cintura, sus ojos de tonalidades verdes me parecían hermosos, su cuerpo montañoso me resultaba sensualmente arrebatador. Aquella noche la espere. La espere viendo su sonrisa, su boca era perfecta, sus labios hilaban palabras que sonaban a Bossanova. Su cuerpo se contoneaba con el sonido de la suave brisa, los momentos en que mi lucidez se esfumaba soñaba con su desnudez. Su alma se presentó muchas veces, tantas veces más la rechace, tantas veces más la ame. Pero aquella noche en la que íbamos a escapar, íbamos a dejar atrás lo místico y llevar adelante lo humano. El amanecer reflejo lo que el sueño de la noche había confirmado, mi amor, mi bella no estaba a mi lado. La hermosura suave de sus labios serian a partir de ahora un recuerdo. Me levante un poco mareado, el primer rezo de la mañana acababa de empezar, cuando fui llegando a mi casa las mujeres lloraban. Todo por el maldito nombre de dios. Sin más palabras, sin más minutos, sin más tiempo, empece a llorar. Recordé su sonrisa, su pelo, sus caderas, sus manos, lo bien que me hacía sentir, lo mucho que la amaba. El hombre como tal había perdido, la bestia del ser humano había ganado.

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