domingo, 8 de diciembre de 2013

Un minuto de silencio.

Ignoró el cartel durante la batalla, muchas veces se habían tirado las sartenes a la cabeza. Las peleas eran continuas, los silencios cada día más pronunciados, el sexo era inexistente. Durante el fragor de la batalla solo existía el odio, ese odio que hacia temblar los pilares de la casa. No recordaban porque discutían, ni porque empezaron, solo se centraron en lo que les distanciaba. Un día era por Luqui, otro por los besos no dados, otro por las ausencias, otro porque la fila no era la correcta. Estaban distantes, vivían lejos pero cerca, todos los días se encontraban segando o en la reconstrucción. Este día trágico estaban recogiendo palos para los cimientos de sus casas. Ella era una joven reina y él un ángel con alas. Era un día nublado de otoño los rayos del sol se dejaban escapar por las oscuras nubes, era una lucha tiránica. Olia a muerte, - ¡cuantas veces se lo advertí! - dijo su madre. La formación se había roto, todos corrían sin sentido, unos corrían otros saltaban. Lo que muchos no entendieron era de donde venían las bombas. Tumbados en el suelo ella lo vio, estaba mal herido, con sus patas se arrastró hacia donde el estaba, una fuerza superior le guiaba, tristemente se encerró en la arcilla rojiza por debajo de una suela de goma. No tuvieron la oportunidad de decirse cuanto se amaban porque estaban demasiado pendiente de los superfluo.

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