lunes, 18 de noviembre de 2013

De madrid al cielo 1.

Eran las 6 de la mañana, el verano estaba llegando a su ecuador, ese momento donde el amanecer esta a punto de producirse, recorriendo la castellana me invadió un olor a humedad que hacia refrescar la mañana, ese olor que te envuelve y no quieres que desaparezca, se hubiera agradecido una pequeña rebeca, pero la hombría me podía y me acobarde pensando que la gente me miraría como si fuera un pusilánime que exageraba.

El paseo me hizo desentumecer las rodillas castigadas por la edad y seguramente por el sobrepeso, pero todavía me podía mover, estaba vivo. Mi medico me había recomendado encarecidamente que hiciera unos cuantos kilómetros, el calor era apremiante en las horas angostas del día. Hacia años que no veía el amanecer y entre los arboles se podían distinguir colores que eran difíciles de mimétizar en la cabeza. El camino me fue llevando y parafraseando en mis adentros a Antonio Machado "caminante no hay camino


se hace camino al andar". Me encontré con Velázquez que estaba vigilando el museo del Prado, y mirando me acorde de Dalí, que un dia al salir del museo le preguntaron que había de nuevo en el Prado para que fuera a verlo siempre que venia a Madrid y el con su descaro, verborrea, genialidad y mil cosas que son difícil de expresar dijo: - Velázquez. Cosas de los genios la suerte de estar tocado por las musas.

Ya había amanecido, acelere el paso en lo que me fue posible y sin querer me cruce con la "Seña" Cibeles. Estaban limpiando su vergüenzas, el fango de algas que cubría su parte inferior la hacia seguir pareciendo majestuosa, andaba y andando deje atrás el palacio de Correos, me encontré en la triste tesitura de coger la Gran vía o seguir bajando Alcalá, mis pies eligieron y el "sol" me regalo el oso y el madroño, con la extraña curiosidad de un niño me di cuenta que la habían cambiado de sitio, me parecido un desafortunado cambio. Unos metros mas adelante se encontraba la puerta, el reloj marcaba las 6 y 25, había tardado 25 minutos desde Neptuno, me quede estupefacto, la cercanía del paisaje había tenido un efecto positivo había andado al ritmo del maratón. La gente salía del metro, decían que era uno de los mejores del mundo. Los chiquillos repartían el periódico, parece que habían cerrado la inmensa mayoría. Me fije en el vagabundo sin brazos que hacia sonar unas monedas en un vaso de mini que tenia en la boca, el descanso era obligado y me pare sin mas intención que ver a los urbanistas siendo hormigas en fila india, con caras tensas por el estrés que invadía a la colonia.


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